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Dos ministros gays visibles en el Gobierno: ¿Y dónde están las lesbianas?

Marta
Borraz, El Diario, 09/06/2018

Por
primera vez y 13 años después de la aprobación del matrimonio igualitario un
ministro se ha referido con naturalidad a su homosexualidad al saludar
Fernando Grande-Marlaska a su marido en el traspaso de cartera
Las
nuevas ministras y ministros esperan para prometer su cargo ante el rey Felipe
VI. EFE
Por
primera vez España escuchó este jueves a un ministro saludar a su marido. Lo
hizo Fernando Grande-Marlaska en el traspaso de la cartera del Ministerio del
Interior, del que ahora es titular, frente a altos mandos de la Guardia Civil y
la Policía. Casi a la misma hora, Màxim Huerta, también abiertamente gay,
tomaba posesión como nuevo ministro de Cultura y Deporte. Pedro Sánchez
componía así un gobierno con dos ministros que naturalizan públicamente su
homosexualidad, algo que nunca había ocurrido antes,  y una amplia
mayoría de mujeres.
La celebración de la diversidad y de la ruptura
del techo de cristal aterrizó en las redes sociales, pero otras no dejan
de preguntarse: ¿Dónde están las lesbianas?
La lista
podría seguir… ¿dónde están las personas trans? ¿y las bisexuales? ¿las
racializadas? ¿las que tienen diversidad funcional? Cuando Pedro Sánchez
informó de la composición de su Ejecutivo lo presentó como un nuevo
gobierno que “aspira a ser el fiel reflejo de una sociedad como la
española”.
La
invisibilidad lésbica sigue siendo uno de los mayores problemas a los que se
enfrenta el colectivo y, para muchas, las puertas del armario siguen cerradas.
Las lesbianas han vivido más de rumores que de referentes de carne y hueso,
diversas y visibles. Y aunque esto empieza a cambiar, todavía no ocupan el
hueco que les corresponde en el ámbito político, cultural o mediático. No es
difícil calcular el impacto que tendría para las niñas y jóvenes escuchar a una
ministra hablar en televisión de su lesbianismo porque  los
referentes crean posibilidades de existencia.
Sin
embargo, el mundo político de altos vuelos es un territorio no demasiado
amable con la diversidad afectivo sexual que en el caso de las mujeres ha
estado siempre salpicado de un runrún de nombres. La homosexualidad se ha
utilizado como acusación, para desacreditar a enemigos políticos,  como ocurrió
en el caso del hoy ministro de Exteriores Josep Borrell
, que explicó
ante en el Parlamento Europeo que, aunque él es heterosexual, hubo guerra sucia
contra él desde dentro de su propio partido extendiendo el falso rumor de que
era gay. Apenas podía contarse hasta hace bien poco con los de dedos de una
mano el número de políticos gays visibles. ¿Y en lo que respecta a ellas?
¿Cuántas políticas lesbianas de primera línea podemos enumerar?
“La
invisibilidad es una forma de violencia que viven las mujeres lesbianas.
Estamos menos, se nos ve menos y contamos menos que los hombres
gays”, explica la jurista especializada en derechos LGTBI Violeta
Assiego. “O, mejor dicho, que un tipo concreto de hombre gay. El machismo
y la homofobia se entrelazan y se dobla la discriminación. Lo que ocurre es que
la orientación sexual en el caso de las mujeres se reserva con más frecuencia
al ámbito privado. De hecho, el gran reto del colectivo LGTBI en el contexto
español es que no sea un movimiento solamente masculino, cis y blanco”.
El
Orgullo LGTBI, pese a sus esfuerzos, sigue primando a la segunda letra de las
siglas y la fiesta llena de turistas las calles de Madrid durante días. Miles
de personas llegan a la capital para celebrar y protestar, y aunque la diversidad
es seña de identidad, parece que las mujeres lesbianas se quedan más en casa o
están en otros sitios. No ocupan el espacio como lo hacen ellos.
En la
Plaza del Comercio de Lisboa, el fin de semana que la capital portuguesa
organizó el festival de Eurovisión, que ganó un país, Israel, considerado
máximo exponente del pinkwashing –mostrarse como un Estado LGTBIfriendly para
ocultar otras vulneraciones de derechos humanos–, se instaló un espacio con
pantallas y puestos de comida y bebida en el que turistas y residentes
podían seguir el festival en directo. La preeminencia de jóvenes gays era
evidente. ¿Y dónde están las lesbianas? ¿Alguien sería capaz de imaginar un
enorme espacio con una presencia tan contundente de mujeres lesbianas? ¿De qué
manera sería eso recibido?
Los dos
lados de la balanza
Ana Ojea
coge el teléfono casi a punto de terminar su jornada en el
instituto público de Vigo en el que da clases. Ella, que ha decidido
mostrarse abiertamente como homosexual con su alumnado, califica como “sistémica”
la invisibilidad lesbiana y denuncia el “segundo plano” que ocupan
las mujeres en la lucha LGTBI. Ana celebra, por la visibilidad que implica, la
presencia de dos ministros gays en el actual gobierno socialista, pero “no
me compensa en relación a la parte política, que no comparto”, dice a
título más personal.
¿Debemos
exigir una determinada ideología a los líderes políticos homosexuales,
bisexuales o trans para que sus nombramientos sean celebrados? ¿Pueden ser
referentes independientemente de sus políticas?
June
Fernández, coordinadora de la revista Pikara Magazine, explica su visión, que
como en otras ocasiones hace huyendo de la polarización. “Para mí no es
incompatible. Que haya dos ministros gays es una cuestión mínima de
derechos civiles. El poder no puede ser patrimonio exclusivo del hombre blanco
heterosexual de clase dominante. Creo que pensar que no hay nada que
celebrar ahí contribuye a no normalizar el acceso de mujeres y disidentes
sexuales y de género a puestos de poder y responsabilidad”.
La
periodista contempla al mismo nivel ambos elementos: por un lado, reconocer que
es “disruptivo” y símbolo del avance de los derechos LGTBI. Por otro,
“existe el peligro de poner más el foco en lo simbólico y perder de vista
el sentido crítico con sus prácticas. Por eso no hay que asumir que vamos a ser
más complacientes con ellos por ser gays. Yo ayer pensé que qué bien que
Grande-Marlaska hable de su marido y qué mal por que no tengamos claro  cuál va a
ser su posicionamiento sobre determinados temas”. 
“Es
una buena noticia de cara a romper armarios”, esgrime. Y les manda un
mensaje a las once nuevas ministras: “Yo espero que si hay alguna lesbiana
entre ellas entienda la importancia de que necesitamos referentes, necesitamos
vernos y que en algún momento haya lesbianas en puestos de poder que se
signifiquen como tales”. Las puertas del armario aún tienen que
abrirse.