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Brasil: un estadio lleno de cadáveres al año

Agnese
Marra, El Mundo, 8 jun. 2018

El gigante
del sur batió su récord de homicidios con 62.517 personas asesinadas en apenas
un año. En la última década los asesinatos en Brasil superan las cifras de
muertes de países en guerra como Siria.
Una mujer
pasa en bici frente a uniformes de policía en protesta por la muerte de 132
oficiales por la violencia en Río. Ricardo Moraesreuters

Las
comparaciones duelen, incomodan, pero a veces son necesarias. Brasil ha
alcanzado la cifra récord de 62.517 asesinatos en 2016. Y aquí la terrorífica
comparación: como si en el estadio Mineirao del Cruzeiro (Belo Horizonte),
cayera una bomba y no dejara supervivientes. El Instituto de Pesquisa Económica
Aplicada y el Forum de Seguridad Pública utilizaron este símil para llamar la
atención de las autoridades brasileñas sobre los últimos datos del Atlas de la
Violencia de 2018. Si queremos hacer el número todavía más cercano, imagínense
la misma situación en el Wanda Metropolitano con el aforo casi completo.

Por
primera vez la tasa de homicidios de Brasil alcanza los 30,3 por cada 100.000
habitantes, treinta veces más que la tasa europea. Las cifras podrían ser más
altas, alerta el estudio, ya que no se suman las muertes por “causas
indeterminadas”, especialmente las provocadas por armas de fuego que
esconderían, según los investigadores, más asesinatos.
Siguen
las comparaciones. Entre 2006-2016 se produjeron 553.000 homicidios en el
gigante del Sur, lo que equivale a 153 asesinatos diarios. El Atlas de la
Violencia de 2018 que se presentó esta semana le dio forma a la cifra: “Es
como si todos los días cayera un Boeing 737 y quedaran todos sus pasajeros sin
vida”, dice el estudio, que también recuerda que este número supera el
medio millón de víctimas que ha dejado hasta ahora la guerra de Siria.
Todos
estos muertos han marcado la vida de cincuenta millones de brasileños
atravesados por el dolor de tener al menos a un familiar o a un amigo
asesinado. “Este país se está acostumbrando a matar, hemos naturalizado
los homicidios y estamos en un punto muy peligroso”, nos dice Daniel Cerqueira,
uno de los investigadores del Ipea que denuncia el paulatino aumento de las
cifras de violencia con un 5% más de asesinatos que el año anterior y un 14%
más que hace diez años.
Jóvenes,
negros y pobres
Más de la
mitad de estos homicidios dibujan un mismo perfil que se repite como una
maldición a lo largo del tiempo: jóvenes (entre 15 y 29 años), negros y pobres.
En el caso de los jóvenes la tasa de asesinatos se duplica hasta los 60.5
homicidios cada 100.000 habitantes y son el sector de la población donde más ha
crecido el número de homicidios, con un aumento del 85% en el estado de Acre
(zona norte, en pleno Amazonas), que ostenta el trágico primer puesto.
“Estamos
matando el futuro de nuestro país, y no es una licencia poética sino datos que
ponemos sobre la mesa”, nos dice Cerqueira cuando denuncia que la edad de
la muerte entre los jóvenes es cada vez más precoz: “En los años ochenta
el pico se producía a los 25 años y ahora estamos en los 21”.
El Norte
y el Nordeste del país son las regiones que ocupan los puestos de mayor
violencia y donde el director del Forum de Seguridad Pública, Sergio Lima, dice
que se está llevando a cabo “una masacre de la juventud brasileña”.
Al estado de Acre le siguen, Sergipe, Rio Grande del Norte, Alagoas y Bahía.
Según los
especialistas, el desplazamiento de la guerra entre las diversas facciones de
narcotraficantes de la zona sudeste (Sao Paulo-Rio de Janeiro) a la zona norte
para controlar las fronteras de Bolivia y Perú -dos grandes productores de
cocaína- sería la causa principal del aumento de homicidios en estas áreas del
país, y donde se ven formas de asesinatos más violentas como un auge de las
decapitaciones.
Racismo
institucional
Pero
independientemente de la región hay una variable que se mantiene intacta y que
desvela uno de los problemas más negados por el estado brasileño: el racismo
institucional. El color de la piel marca a los jóvenes como una sentencia de
muerte anunciada. Negros y pardos tienen casi tres veces más posibilidades de
ser asesinados que los blancos. Mientras la tasa de homicidios entre la
población negra aumenta un 23%, entre la blanca disminuye un 6,8%. Si al color
le agregamos el género, las diferencias se amplían. Las negras mueren un 71% de
veces más que las blancas.
Alagoas
(nordeste del país) es donde mejor se refleja el apartheid en la sombra. Este
estado tiene la mayor tasa de homicidios de negros (69,7%) y la menor de
blancos (4,1%): “Es como si los no negros alagoanos vivieran en Estados
Unidos, que tiene una tasa de 5,1 homicidios cada 100.000 habitantes. Mientras
que los negros alagoanos vivieran en El Salvador con su tasa de 60,1
muertos”, dice el informe del Atlas de la Violencia que recuerda que los
negros también son el objetivo principal de la letalidad policial, y el perfil
que más llena las cárceles del país.
La falta
de acción de las autoridades es, según el Instituto Igarapé, una de las causas
del aumento constante de los homicidios: “El Gobierno de Temer no ha
puesto ni un centavo para el Plan Nacional de Reducción de Homicidios y no
parecen interesados en poner freno a esta sangría”, dicen desde este
centro especializado en asuntos de Seguridad Pública.
A la
pasividad del Gobierno se suma una sociedad cada vez más agresiva. El 60% de
los brasileños apoya la máxima de “bandido bueno, bandido muerto”. El
ex policía y candidato presidencial, Jair Bolsonaro, a favor de la pena de
muerte, del final del estatuto de desarmamento, y que quiere que todo brasileño
pueda tener un arma en su casa, se mantiene como el segundo líder con mayor
intención de voto para las elecciones de octubre. Un dato poco alentador si el
objetivo es frenar la violencia.