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Irak, sin piedad con las mujeres de ISIS: juicios de 10 minutos y condenas a muerte

Martin
Chulov / Nadia al-Faour, El Diario, 24/05/2018

Un
tribunal de Bagdad ha condenado a muerte a más de 40 mujeres extranjeras tras
sesiones de apenas 10 minutos

“Para los
iraquíes, el hecho de que seas extranjero y de que elegiste vivir en territorio
de ISIS denota voluntad en lo que hiciste y, por lo tanto, mayor culpabilidad”,
señala un experto

Varias
personas se reúnen a las puertas de uno de los pocos tribunales que juzga casos
contra militantes de ISIS y sus colaboradores en Mosul. Irak, 7 de junio de
2017. Andrea Di Cenzo / AP

 

En una
pequeña celda instalada en un tribunal de Bagdad, la ciudadana francesa Djamila
Boutoutao sostiene en su regazo a su hija de dos años y suplica ayuda.
Boutoutao,
de 29 años, está acusada de ser miembro de ISIS. La vida se había vuelto
insoportable, susurra en su idioma materno al alcance del oído de las otras
acusadas de pertenencia al grupo terrorista. Como ella, todas son extranjeras.
“Me estoy
volviendo loca aquí”, afirma Boutoutao, una mujer baja, con gafas y de mirada
inexpresiva. “Me enfrento a pena de muerte o cadena perpetua. Nadie me dice
nada, tampoco el embajador ni la gente de la cárcel”, añade.
Los
guardias y sus compañeras acusadas –todas mujeres de Asia central y Turquía que
han perdido a sus maridos y, en algunos casos, también a sus hijos con la
derrota de ISIS– se acercan a Boutoutao mientras prosigue: “No dejen que me
quiten a mi hija”, implora. “Estoy dispuesta a ofrecer dinero si pueden
contactar con mis padres. Por favor, sáquenme de aquí”.
Con eso
se cierra la breve conversación y Boutoutao vuelve a un rincón esperando la
llamada del juez en la sala adyacente. No hay autoridades francesas presentes
en la sala y nada en absoluto que pueda conectar a esta mujer con su anterior
vida en Lille. Si es condenada por unirse al grupo terrorista, se enfrenta a
cadena perpetua en una cárcel de Bagdad o a pena de muerte en la horca.
Las 15
mujeres juzgadas la semana pasada son viudas de la guerra que finalmente
expulsó a ISIS de buena parte de Irak, matando a decenas de miles de sus
miembros y sustituyendo sus promesas de una utopía islámica por una derrota
aplastante. En algunos casos, estas mujeres se habían unido voluntariamente al
grupo viajando solas o con sus parejas desde Europa y Asia central a lo que
creían que era la tierra prometida.
Se
calcula que más de 40.000 extranjeros de 110 países viajaron a Irak y Siria
para unirse al
grupo yihadist
a. De ellos, unos 1.900 son franceses y alrededor de
800, británicos.
Boutoutao
llegó a Irak en 2014 con su marido, Mohamed Nasseredine, y sus dos hijos. A su
marido lo mataron en Mosul en 2016, igual que le ocurrió a su hijo, Abdulá, un
año después. Ella fue capturada por los peshmergas kurdos al norte de Irak y
finalmente fue enviada a Bagdad, donde el fortificado juzgado en el centro de la
capital se ha convertido en un centro neurálgico de la era postISIS.
Una
defensa de 10 minutos
Hasta
1.000 mujeres acusadas de pertenecer a ISIS han sido trasladadas de las ruinas
de pueblos y ciudades iraquíes y actualmente están retenidas en Bagdad para enfrentarse
a un ajuste de cuentas por parte de una sociedad y un Gobierno llenos de
cicatrices de guerra por los últimos cuatro años. Además, buena parte de su ira
se dirige contra los combatientes extranjeros y sus familias. Hasta 820 menores
acompañan a estas mujeres. Y algunas están embarazadas.
Los
procedimientos dan una sensación de urgencia, al igual que las vistas de
10 minutos en el tribunal penal central de Bagdad con las que se ha despachado
a las mujeres acusadas. Desde el
derrumbe del califato
, Irak ha condenado a muerte a más de 40
mujeres y a decenas más a cadena perpetua.
Las
extranjeras, a menudo con bebés en sus brazos, son procesadas con una eficacia
intransigente raramente vista en otras partes del sistema judicial iraquí. Tras
la derrota de ISIS, el sistema judicial ha asumido la misión de cerrar este
capítulo con la operación de limpieza. Mientras los iraquíes intentan
reconstruir un tejido social desgarrado, sigue habiendo un profundo
resentimiento hacia los yihadistas, cuya violencia ha afectado al espíritu
nacional que todavía no se había recuperado de las sanciones, de la invasión y
de la guerra civil.
Francia y
otros países europeos mantienen una posición hostil con sus ciudadanos que
ahora se enfrentan a los tribunales iraquíes, insistiendo en que deberían
enfrentarse a la justicia local en el extranjero. El Gobierno francés ha
mostrado cierta indulgencia con los menores que han quedado huérfanos por los
combates, pero ninguna con los adultos que tomaron la decisión de unirse al
grupo.
Una mujer
reza frente a la tumba de un familiar en un cementerio de Faluya (Irak). EFE

A
principios de este año, la ministra de Defensa, Florence Parly, afirmó que
aquellos que regresasen a Francia “asumirán la responsabilidad de sus actos”.
Sin embargo, las autoridades francesas han comunicado a los gobiernos de
la región que no cabe misericordia con aquellos que no lograron
escapar.

Con ISIS
ahora prácticamente expulsado del territorio iraquí, poco se habla de la
reconciliación. Preguntado qué diría al líder de ISIS, Abu Bakr al Bagdadi, si
le tuviese enfrente, Qais al Khazali, líder de uno de los grupos paramilitares
chiíes más temidos de Irak, Asaib ahl al Haq, señala: “Le diría que ha
fracasado. Que no ha sido lo bastante bueno. Que no es nadie y que está
por debajo de todos nosotros”.
Mustafa
Rashid, comerciante de coches del este de Bagdad, también se muestra mordaz con
los prisioneros extranjeros. “Al diablo con ellos”, afirma. “No se merecen
piedad. Las mujeres, tampoco”, añade.
En el
mismo tribunal un día antes, una mujer iraquí ha sido absuelta de todos los
cargos y puesta en libertad tras alegar que fue su hermano quien le obligó a
unirse a ISIS. Aunque algunas mujeres iraquíes y muchos hombres han sido
detenidos por su papel en la violencia del grupo terrorista, solo un pequeño
grupo de mujeres extranjeras ha recibido algún tipo de concesión.
Especial
foco en los extranjeros
“En la
mente de los iraquíes, del poder judicial y del Gobierno, el hecho de que seas
extranjero y de que elegiste vivir en territorio de ISIS denota voluntad en lo
que hiciste y, por lo tanto, mayor culpabilidad”, señala Belkis Willie,
investigador de Irak en Human Rights Watch. “No es lo que ocurre en el caso de
las mujeres iraquíes, donde a menudo pruebas muy específicas están rebajando condenas.
Si te compras un billete de avión, cruzas una frontera y tomas tus decisiones,
estás mucho más expuesta”, añade.
El
juzgado de Bagdad está lleno de hombres que son arrastrados a un banquillo en
el centro de la sala. Un grupo de 12 es condenado a muerte en la horca y
posteriormente escoltado hasta sus celdas. La siguiente es Zahraa Abdel Wahab
al Kaja. Acaba de cumplir 17 años y es originaria de Tayikistán. También lleva
un bebé, a quien ha vestido con un hijab, y parece desorientada.
“Me
trajeron a Siria hace cinco años con mi madre y mi padre”, señala. “Me casaron
con un hombre turco. Era bueno conmigo. Este es su hijo. Nos asentamos en Irak.
Mi padre y mi marido murieron y ahora estoy encarcelada con mi madre y mi hija.
Quiero volver a casa, aunque mi país no sea bueno. No llevaba hijab en casa.
ISIS es bueno, me enseñaron cómo cubrirme”, añade.
Más
mujeres entran y salen: una turca, una rusa y dos de Kirguistán. En cada caso,
uno de los tres jueces pregunta bruscamente varias cuestiones y posteriormente
ordena a la acusada salir de la sala. Un fiscal hace una breve declaración y un
abogado de la defensa lee un informe. Fuera, uno de los defensores de oficio
afirma que no ha hablado con su clienta y solo ha visto un resumen de las notas
de la investigación.
Human
Rights Watch afirma que a pesar de su insistencia en los dos últimos años, no
hay indicios de que los abogados defensores estén jugando un papel activo o de
que el poder judicial esté buscando pruebas sólidas para los
procesamientos. En su lugar, la justicia depende mucho del instinto, señala un
miembro del poder judicial durante un descanso. “He trabajado aquí durante 10
años y puedo saber quién es culpable con solo una mirada a los ojos. Puedo
contarte historias terribles y puedo compartir momentos mágicos”, afirma.
Los
guardias que traen a una mujer de una prisión cercana señalan que la mayoría no
se arrepiente. “Una vez, una prisionera de ISIS me pidió algo que yo no le
podía dar y me llamó infiel”.
Qué hacer
con los hijos es una cuestión más problemática para las autoridades iraquíes.
Algunos bebés muerden manzanas mientras sus madres esperan su turno. “Crecerán
y serán igual que sus madres”, sostiene uno de los guardias. “No, es un pecado
decir eso”, señala otro. “Todos los niños son inocentes”, añade. El primero
contesta: “Quizá, pero acabemos rápidamente con esto. Todavía quedan muchos”.