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“En qué te conviertes cuando le disparas a una persona desarmada”

Por Zeid
Raad Al Hussein, IPS, 21 may 2018

Discurso
de Zeid Ra’ad Al Hussein, alto comisionado de las Naciones Unidas para los
Derechos Humanos, en la sesión especial del Consejo de Derechos Humanos de la
ONU por el deterioro de la situación en el territorio palestino de Gaza y en
Jerusalén.




Hamás
señaló que las manifestaciones procuran llamar la atención sobre las difíciles
condiciones de vida en el territorio palestino de Gaza. Crédito: Cortesía AFP.

GINEBRA –
Los últimos acontecimientos terribles ocurridos en Gaza motivaron esta sesión
especial del Consejo (de Derechos Humanos). Desde el inicio de las protestas el
30 de marzo, 87 palestinos fueron asesinados por las fuerzas de seguridad
israelíes en el marco de las manifestaciones, entre ellas 12 menores; otras 29,
entre ellas tres menores, fueron asesinadas en otras circunstancias. Y más de
12.000 personas resultaron heridas, de las cuales más de 3.500 por municiones
reales.

La violencia
alcanzó su máxima expresión el lunes 14, cuando las fuerzas israelíes
asesinaron a 43 personas, y el número sigue aumentando, pues algunos de los
1.360 manifestantes heridos por municiones reales sucumben a sus heridas.
Muchas de
esas personas, muchas de las cuales estaban totalmente desarmadas, fueron
víctimas de un disparo de bala real por la espalda, en el pecho, en la cabeza y
en sus miembros, además de balas de goma y gases lacrimógenos.
Las
fuerzas israelíes también mataron a otros 17 palestinos por fuera de las cinco
principales manifestaciones. En total, los 60 muertos constituyen el mayor
número de personas asesinadas en un solo día en Gaza desde el inicio de las
hostilidades en 2014.
Esa no
fue una “victoria de relaciones públicas para Hamás”, como dijo un alto
comandante militar israelí; fue una tragedia para miles de familias.
Alto
Comisionado de las Naciones Unidas
para los Derechos Humanos, 
Zeid Ra’ad Al
Hussein. Crédito: Cortesía.

El primer
ministro israelí Benjamín Netanyahu también declaró que los manifestantes
estaban “pagados por Hamás”, y que las fuerzas de seguridad israelíes “trataron
de reducir el número de víctimas”.

Pero hay
poca evidencia de que se haya tratado de minimizar el número de víctimas el
lunes.
Algunos
de los manifestantes tiraron cócteles Molotov, usaron hondas para tirar
piedras, lanzaron cometas incendiarias hacia Israel e intentaron usar
cortadores de cables en dos alambrados que separan a Gaza de Israel. Esas
acciones por sí solas no parecen constituir una amenaza inminente a la vida o
un riesgo de sufrir heridas mortales que justifiquen el uso letal de la fuerza.
El
marcado contraste entre el número de víctimas de ambas partes también sugiere
un uso totalmente desproporcionado de la fuerza. El lunes, un soldado israelí
resultó herido, levemente, por una piedra. Las muertes derivadas del uso ilegal
de la fuerza por una potencia ocupante también pueden constituir “homicidio
intencional”, una grave violación a la Cuarta Convención de Ginebra.
Los
palestinos tienen exactamente los mismos derechos humanos que los israelíes.
Tienen el mismo derecho a vivir con seguridad en sus hogares, en libertad y con
oportunidades y servicios esenciales adecuados. Y de esos derechos esenciales
para todos los seres humanos, se los priva de forma sistemática.
Las 1,9
millones de personas que viven en Gaza están encerradas detra
ś de alambrados y han sufrido
progresivamente cada vez más restricciones y una mayor pobreza.
Después
de 11 años de bloqueo, impuesto por Israel, tienen pocas esperanzas de
conseguir un empleo, y su infraestructura se desmorona, con crisis de
electricidad, falta de servicios de salud y un decadente sistema de
saneamiento, que supone un riesgo para la salud.
Los
gazatíes se ven obligados a solicitar permisos de Israel por cualquier motivo,
como recibir atención médica especializada, y muchas veces se los niegan o los
demoran, incluso para la mayoría de los manifestantes que recibieron disparos
de las fuerzas de seguridad israelíes.
Israel es
una potencia ocupante en el marco del derecho internacional, y está obligado a
proteger a la población de Gaza y a garantizar su bienestar.
Pero los
palestinos están, esencialmente, enjaulados en un asentamiento tóxico desde su
nacimiento hasta su muerte, privados de dignidad, deshumanizados por las
autoridades israelíes al punto de que los funcionarios ni siquiera consideran
que esos hombres y mujeres tengan derechos ni razones para protestar.
Nadie
está más seguro por estos horribles incidentes.
La
situación de los derechos humanos en el territorio palestino ocupado sigue
deteriorándose.
La
construcción de colonias se aceleró otra vez este año, acompañada por una mayor
violencia de los colonos. Se siguen demoliendo propiedades privadas, incluso
demoliciones punitivas, que constituyen una forma deplorable de castigo
colectivo.
La
pequeña comunidad beduina de Jan al Ahmar, al este de Jerusalén, corre un gran
riesgo de reubicación forzada.
En la
segunda semana de mayo, los pueblos de Beita y Nabi Saleh sufrieron clausuras y
restricciones de movimiento tras los enfrentamientos con las fuerzas israelíes.
Israel
sigue deteniendo a un gran número de palestinos, incluso menores, a pesar de
que, según el derecho internacional, la detención de un menor es una medida de
último recurso.
También
deploro el uso generalizado e inescrupuloso de la detención sin proceso,
llamada “detención administrativa”, y las violaciones de las garantías
fundamentales a un juicio justo.
Y la
falta de responsabilidad por los presuntos asesinatos extrajudiciales y otras
violaciones, como ya denunció el secretario general y mi oficina, socava la
confianza en la justicia israelí.
Por eso
respaldo los llamados de muchos Estados y observadores de una investigación internacional,
independiente e imparcial con la esperanza de que la verdad sobre esos hechos
permita hacer justicia.
Los
responsables de las violaciones deben al final asumir su responsabilidad.
En ese
contexto, como en todos los conflictos caracterizados por la impunidad
generalizada, a menos que se termine por medio de un acuerdo de paz, el uso
excesivo de la violencia, horrible y criminal, sale fácilmente del cañón de una
pistola, se hace normal, destruyendo al ocupado, pero también algo fundamental
en el ocupante.
¿En qué
te conviertes cuando disparas contra alguien desarmado que no representa una
amenaza inmediata para ti? No eres ni valiente ni héroe; te has convertido en
alguien muy diferente a eso.
Y luego
está el miedo y el odio, ese par terrible y prolífico en la fabricación de
violencia y de sufrimiento humano, ahora se transforma en una psicosis, de
ambas partes, más apretada y más corrosiva.
¿Y con
qué fin? ¿Para quedar todos destruidos?
La
ocupación tiene que terminar para que el pueblo palestino pueda ser liberado, y
el pueblo de Israel se libre de ella. Terminen la ocupación, y la violencia y
la inseguridad prácticamente desaparecerán.
Urjo a
Israel a actuar de acuerdo con sus obligaciones internacionales.
Es
necesario respetar y proteger el derecho a la vida, a la seguridad de las
personas y a la libertad de reunión y de expresión de los palestinos.
Es
necesario respetar el derecho a la salud de todas las personas, independiente
del contexto en el que hayan resultado heridas.
Las
normas de combate de las fuerzas de seguridad de Israel deben alinearse con las
obligaciones internacionales de ese país, y urjo a que se hagan públicas.
Los niños
y niñas nunca deben ser blanco de la violencia ni deben quedar expuestos a
situaciones con riesgo de violencia ni se los debe alentar a participar en la
misma.
Recuerdo
una vez más a todos los involucrados que la fuerza letal solo puede usarse en
casos de extrema necesidad, como último recurso, en respuesta a una inminente
amenaza de muerte o riesgo de sufrir una herida grave.
Discurso
de Zeid Ra’ad Al Hussein, alto comisionado de las Naciones Unidas para los
Derechos Humanos, en la sesión especial del Consejo de Derechos Humanos de la
ONU por el deterioro de la situación en el territorio palestino de Gaza y en
Jerusalén, mayo de 2018.