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Embarazadas venezolanas que reciben ayuda como refugiadas en Colombia

Carlos Zapata, Aleteia Colombia, Abr 02,
2018

Gestantes,
jefas de hogar, mujeres con niños y en situación de enfermedad encabezan la
prioridad del Servicio Jesuita de Refugiados. En un esfuerzo descomunal,
resguardan los derechos humanos de la población especialmente vulnerable de la
nación sudamericana.
Luis
Acosta – AFP

Más de
50.000 venezolanos cruzan a diario el puente internacional Simón Bolívar
huyendo de la crisis humanitaria con rumbo a Colombia. Un grueso de esa
población está integrada por mujeres, entre las que figura un significativo
número de gestantes; la mayor parte de ellas activan el servicio de salud “por
razones de violencia”.

Lo afirma
en entrevista exclusiva con Aleteia el coordinador del Servicio Jesuita de
Refugiados en la zona Norte de Santander, donde está ubicado el principal paso
fronterizo colombo-venezolano.
En un
excepcional despliegue, con presencia en unos 50 países e innumerables años de
experiencia, el SJR hace extraordinarias maniobras en distintos flancos
–incluido el legal- y articula esfuerzos para atender el masivo éxodo de
venezolanos y “colombianos retornados” que llegan a tierras cafeteras.
Consultado
con respecto al trato que reciben las damas, Óscar Calderón confirma que el
volumen de “lactantes y gestantes” es cada vez mayor. En este sentido, detalla
que “uno de los asuntos por los cuales principalmente activan el sistema de
salud en Colombia es debido a la violencia por razón o motivo de género.
Llámese violencia intrafamiliar o sexual”.
¿En qué
consiste el servicio a favor de las embarazadas?
Lo que
hacemos primeramente es apoyar a las gestantes en temas de revisiones médicas,
controles prenatales y medicamentos. Además de otros asuntos complementarios
que preparan a la mujer para el parto y disminuye el riesgo de mortalidad de su
persona y la criatura.
Pero eso
incluye a sus familias…
Naturalmente.
Y atendemos a muchos grupos familiares en situación de calle, a quienes les
apoyamos en algunos casos con arrendamientos; pero eso es complementario a la
acción jurídica y de restablecimiento psicosocial.
¿Tienen
registro de madres o gestantes seropositivas o en riesgo de VIH-SIDA?
Sí. Es
alta la influencia de casos de personas seropositivas. Pero no solamente
mujeres, sino también hombres, tanto adultos como niños. Gente joven y
adolescente, en general.
¿En qué
consiste el apoyo?
Trabajamos
en coordinación con el sistema público nacional y hacemos gestiones para
apoyarles con el tratamiento retroviral; así como para el restablecimiento de
su salud en Colombia.
Ha habido
polémica con respecto a si son “refugiados” o no quienes llegan a ese país
desde Venezuela…
Para el
Servicio Jesuita de Refugiados, amparado en las enseñanzas de la Iglesia, el
movimiento migratorio que se está dando en la frontera constituye el desarrollo
del término de ‘refugiados de facto’.
Antiguamente,
razones jurídicas limitaban la consecución de ayuda hacia solicitantes de
asilo… ¿Qué medidas han adoptado, teniendo en consideración la urgencia
humanitaria?
De
acuerdo con la doctrina social de la Iglesia Católica, más allá de los
criterios jurídicos internacionales, lo que ocurre respecto a personas que
huyen por motivos asociados no sólo a guerra o conflicto armado, o invasión
extranjera, se puede considerar y tratar como refugiado.
Una situación
particular es la violación sistemática de Derechos Humanos y asuntos de
conmoción interna, como es el caso venezolano, lo que constituye también (la
calificación de) ‘personas refugiadas’ en cuanto huyen para salvar su vida.
En este
marco, nuestra respuesta ha sido la de acoger a estas personas como quienes
huyen para salvarse, o porque existe la posibilidad de un daño irreparable a su
dignidad humana.
Así las
cosas, hemos implementado un plan que tiene dos fases o momentos: el de
atención humanitaria y el de enfoque de derechos y reinserción psico-social, lo
que incluye socorro y recuperación.
sjrcolombia.org
 

La
atención es integral…
Ciertamente.
El plan de respuesta está enfocado en asistencia humanitaria, orientación
jurídica y acompañamiento psicosocial, lo cual tiene una perspectiva integral.
Entendemos que hay una gran migración, pero lo que pretendemos es acompañar
(principalmente) los enfoques diferenciales.
Entonces
¿hay énfasis hacia la población más vulnerable?
Sí. Hacia
aquella población que resulta especialmente marginada y excluida o que presenta
mayores posibilidades de vulneración con respecto al resto.
Quisimos
enfocarnos, debido a nuestra capacidad y experiencia en ello, en mujeres
gestantes y lactantes, mujeres con jefatura de hogar, mujeres con niños y en
situación de enfermedad; así como en familias colombianas mixtas que están en
situación de retorno y necesitados de orientación legal y jurídica. También
abordamos de manera especial el tema de personas refugiadas con un nivel de
persecución y violencia directa.
¿Cuál es
el objetivo central de la asistencia legal y la atención psicosocial?
La legal
es porque creemos que aquí hay un marco de derechos qué proteger, y la recuperación
emocional porque las personas necesitan superar el impacto que a nivel
emocional surge de la migración tras dejar a sus familias y llegar a un país
extraño; mientras que algunos padecen violencia en el tránsito hacia su nuevo
(y muchas veces forzado) hogar.
Otro
momento es el nivel de incidencia y de interlocución con autoridades del Estado
y organismos internacionales para evaluar la situación y buscar respuestas
particularmente estructurales entendiendo que esto es una situación que
desborda la capacidad de las organizaciones sociales y que necesita atención
mayor.
En
América Latina tienen presencia en Venezuela, México y Ecuador. Se apoyan tanto
en la red jesuita de migrantes como en otros organismos de la Compañía de
Jesús. En Colombia realizan su silenciosa e impactante labor desde hace más de
veinte años y se encuentran en diversas regiones del país, como: Nariño,
Buenaventura, Valle del Cauca, Soacha, Barrancabermeja, Bolívar y Bogotá.
Al Norte
de Santander llegaron hace ocho años, por invitación del entonces Obispo de la
Diócesis de Cúcuta, la Iglesia que literalmente alimenta a los venezolanos que
cruzan la frontera. Sin duda, una de las muchas formas en que Dios se hace
presente del lado cafetero de la frontera para brindar su contundente, invaluable
y silenciosa ayuda.