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El ideólogo de la dieta mediterránea que ‘mató de hambre’ a 400 voluntarios

El Español, 8 abril, 2018

Para
observar el efecto del hambre, el dietista Ancel Keys acabó provocando secuelas
físicas y mentales en los sujetos de su estudio.
Ancel
Keys midiendo el pecho de uno de los voluntarios, James Plaugher, en el
reportaje realizado por la revista LIFE.

Ya se
vislumbra el final de la II Guerra Mundial. Cada vez más cercado por sus
enemigos, Hitler no tardará en caer, pero no todo el mundo es optimista. Europa
está completamente arrasada y algunos piensan que se avecina una gran hambruna.
Es
noviembre de 1944 y Estados Unidos decide poner en marcha un experimento
científico para anticiparse a las consecuencias del terrible panorama. La
historia está llena de episodios de hambre, pero nunca se han estudiado sus
efectos sobre la salud física y mental en condiciones controladas de
laboratorio.
El
problema ético y logístico era evidente: ¿quién iba a someterse a la inanición
en un estudio que se prolongaría durante meses? Los participantes tenían que
estar sanos y alguien pensó en los objetores de conciencia que se habían negado
a incorporarse al ejército americano y que estaban recluidos en campos de trabajo.
La mayoría había aducido motivos religiosos para no ir al frente y, aunque
decían estar dispuestos a entregar su vida por su país, no querían matar a
nadie.
De entre
ellos se presentaron más de 400 voluntarios que pasaron por diferentes pruebas
de selección hasta que finalmente los científicos se quedaron con 36. La
investigación se desarrolló en la Universidad de Minnesota hasta diciembre de
1945 y se conoció como Minnesota
Starvation Experiment
.
El
inventor de las ‘raciones K’
Al frente
de todo este trabajo estaba Ancel Keys, un profesor que ya era muy conocido por
haber inventado las llamadas ‘raciones K’,
llamadas así por la inicial de su apellido, un kit de alimentación diaria para
los soldados de Estados Unidos que garantizaba más de 3.000 calorías diarias con
alimentos variados y no perecederos.
Nadie
mejor que este dietista para llevar a cabo el estudio del hambre, que se
dividió en varias fases: control, privación de alimentos, recuperación y vuelta
a la normalidad. En los peores momentos, sólo se les ofrecieron alimentos que
en teoría serían los más comunes en Europa en los siguientes años: patatas,
nabos y pan negro. Consumían la mitad de las calorías que necesitaban y realizaban
mucho ejercicio.
Los
cambios físicos fueron numerosos y evidentes: anemia, trastornos del sueño,
fatiga, edemas y caída del cabello, entre otros muchos. Pero quizá los cambios psicológicos
y de comportamiento sean aún más interesantes y muchos de ellos quedaron
reflejados en los diarios de los participantes. Algunos expertos destacan la similitud
entre lo que les ocurrió y la anorexia nerviosa
.
La
preocupación por la comida pasó a ser el centro de sus vidas. Sufrieron depresión,
irritabilidad, apatía, trastornos psicóticos, falta de concentración y otros
problemas cognitivos. En el aspecto social, al principio formaban un grupo
unido, pero paulatinamente pasaron a aislarse y a rehuir cualquier tipo de
compañía.
El
voluntario Dan Miller, después de 24 semanas pasando hambre y durante la
recuperación.
Sin deseo
sexual
Todos
eran hombres jóvenes y, aunque se les permitía socializar siempre que mantuviesen
su dieta, poco a poco fueron dejando de quedar con chicas, disminuyó su deseo
sexual, la masturbación y las fantasías casi desaparecieron con el paso del
tiempo.
El final
del experimento consistió en restablecer poco a poco una dieta adecuada, pero
la normalidad iba a tardar en volver. Habían descontrolado por completo sus
comidas, se pegaban grandes atracones y seguían teniendo hambre.
Las
secuelas psicológicas también fueron muy duraderas y en algunos casos se
mostraron incapaces de superar su obsesión por la comida. De hecho, tres de
ellos se convirtieron en chefs y uno en agricultor.
Promotor
de la dieta mediterránea
¿Pero qué
fue del científico Ancel Keys? Hoy en día más que por este experimento o por
las ‘raciones K’, es conocido por ser el principal promotor de la dieta
mediterránea. Tras el trabajo sobre el hambre, se embarcó en el Estudio de
los Sietes Países
.
Al
investigar lo que ocurría en Italia, Países Bajos, Estados Unidos, Grecia,
Japón, Yugoslavia y Finlandia, el fisiólogo y sus colaboradores comprobaron que
las enfermedades cardiovasculares eran más frecuentes donde se consumían más
grasas. La dieta de los países del Mediterráneo parecía mucho más saludable y
así se propagó en las siguientes décadas.
Lo cierto
es que el trabajo de Keys ha recibido muchas críticas por estar muy sesgado.
Hoy en día no se considera que las grasas tengan un papel tan determinante en
problemas como la obesidad, sino que también influyen otros factores. No
obstante, el investigador de las ‘raciones K’ y de los experimentos de
inanición optó por seguir sus propias recomendaciones y murió en 2004 a los 100
años.