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El artista kurdo que lucha a brochazo limpio contra el olvido de la masacre en Siria

Mónica Zas Marcos, El Diario, 07/04/2018

Omar
Delawer dejó Siria junto a su familia para huir del Asad y ahora pinta
para recordar que la lucha kurda no acabó con Aylan y el Refugees Welcome

Sus
coloridas pinturas evocan momentos tan duros como el linchamiento de
una mujer, la masacre con gas químico de Halabja y el asesinato de niños
sirios a sangre fría
‘When the
hope leaves’/ Omar Delawer

En 1997,
cuando Omar Delawer tenía doce años, toda su familia huyó de Siria hasta Chipre
mediante una embarcación de la mafia. Su padre, figura comprometida con
organizaciones por los derechos humanos en Damasco y aliado de grupos
políticos kurdos, acababa de ser puesto en libertad tras cinco años en prisión
por orden del régimen de Bashar el Asad y despojado de su nacionalidad kurda,
pasaporte y derechos civiles.

Como no
tenían suficiente dinero para los seis, él tuvo que aguardar con sus
abuelos mientras obtenía los papeles de refugiado político de la ONU. Un
año más tarde, viajó solo hasta Chipre para encontrarse con su padre, y
permaneció tres años lejos de su madre y de sus hermanos. Hoy viven todos
juntos en Suiza, donde Omar compaginó sus estudios de Arte con los de
Política y Relaciones Internacionales.
Escogió
estas dos disciplinas para dotar a sus óleos del rigor informativo que, en su
opinión, muchas veces escasea en los medios internacionales. “Es triste
ver cómo han mostrado una mínima parte de la tragedia y la masacre que ha
tenido lugar en estos siete años, después del levantamiento popular”,
cuenta el artista a este diario.

Las
pinturas de Omar son especialmente sensibles hacia la masacre de los
kurdos de Siria. Las enormes pinceladas y colores brillantes sirven para captar
la atención del ojo europeo, pero basta con acercarse para
reconocer la truculencia de su trasfondo.
Entre
ellas está Aylan, cuyo diminuto cadáver suspendido en la
arena conmocionó al
mundo durante un rato
, u Omar Xawer que murió cubriendo a
su hijo con su propio cuerpo durante el ataque de gas químico que ordenó Sadam
Husein contra Halabja en 1988. “Yo tenía dos años cuando esto ocurrió,
pero cada marzo mi familia y 50 millones de kurdos más la recuerdan
encendiendo una vela. 5000 personas fueron asesinadas, fue uno de los peores
genocidios después de la Segunda Guerra Mundial y, aún así, Halabja es
un agujero negro en la conciencia de la humanidad”, lamenta.

En cuanto al
fenómeno de Refugees Welcome
 que resultó de imágenes
escalofriantes como la de Aylan, y el olvido posterior de la peor crisis
humanitaria de estos tiempos, Omar tiene una opinión bastante firme. “Las
comunidades internacionales podrían, en lugar de dar la bienvenida a los
refugiados, ayudar a las personas en su tierra y prohibir al régimen sirio
utilizar todo tipo de armas contra civiles”, responde. 
Y ni
siquiera es una bienvenida real, pues apenas el 18% de las personas
acordadas en el pacto de reubicación de la Unión Europea recibieron refugio (España es
una de las que encabeza esta vergüenza
). “Los migrantes no
venimos a robar el dinero de las ONG ni a quedarnos con el trabajo de nadie.
Tengo la suerte de poder desarrollar mi arte en libertad y usarlo como la
herramienta poderosa y pacífica que es para acabar con estos prejuicios”,
explica Omar. 

De
momento, puede decir que su obra ha cumplido esa misión por todo el mundo. Su página de Facebook cuenta con
364.000 seguidores
, y ha exhibido en suficientes salas para ser
reconocido tanto en Siria como en Suiza y otros países europeos. “Tenemos
que saber que lo que vemos en televisión no siempre es verdad; es la gente
que huye quien porta la verdad. Por eso yo intento convertirme en estos mártires
cuando pinto y transmitir su voz a través de mis pinceles y colores”,
declara este artista treinteañero.
Sin
embargo, Omar trabaja ahora para el gobierno suizo, donde enseña la cultura
francesa y suiza a otros inmigrantes que buscan integrarse en la sociedad
mientras continúa volcándose en sus cuadros.

Mujeres y
palomas blancas
Uno de
los detalles más llamativos de su obra es la presencia de las mujeres kurdas,
sus heroínas por transmisión de su madre. “Tanto hombres como mujeres de
mi pueblo luchan en Siria contra el ISIS, ofrecen su sangre no solo para salvar
a los kurdos sino al mundo entero, y aún así este mundo les da la
espalda”, nos dice con pena.
Para él,
esta lucha no tendría sentido sin ellas, que además son quienes sufren en sus
carnes la peor brutalidad: “las mujeres son el puente en cualquier tipo de
revolución. Sin ellas, la batalla está perdida, y así lo demostraron en el
levantamiento popular, cuando numerosas fueron asesinadas, torturadas y
violadas por plantarse contra el régimen”.

Así, Farinaz
Antorcha de la Libertad trata sobre la muerte de Farinaz Khosrawani, la
joven kurdo iraní de 26 años que se suicidó saltando desde la ventana de un
hotel en 2015 para evitar ser violada por un agente de inteligencia iraní. O en
Rest in Peace Farkhunda Malikzada, que representa a una mujer afgana que fue
linchada por una turba en Kabul también en este año después de que un
clérigo la acusara falsamente de quemar el Corán. “Su caso me afectó
profundamente. Es de una injusticia atroz”, explica Omar.
Aún así,
al lado de todo el rojo y negro -sus colores predilectos- y de los rostros
desesperados de sus protagonistas, Delawer muchas veces pinta una paloma
blanca. Un símbolo de esperanza para seguir luchando, para recordar a su pueblo
que todas esas muertes no fueron en vano. “La sangre joven que
ha sido derramada no se desperdiciará. Llevará a la libertad, a la
dignidad y a la paz”.