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Un lugar donde las mujeres recuperan la esperanza

Jesús Peña, Vanguardia, Marzo 3, 2018

Hace
cuatro años, Centro Vida Saltillo nació como un sueño para apoyar a las mujeres
violentadas en la colonia Mirasierra; ahora es una pequeña casa que ofrece
apoyo, clases de belleza, computación, inglés, primaria, secundaria y
preparatoria abiertas; además atiende a niños y jóvenes con alimentos y equipos
de futbol

 
El sueño
de Érika. El centro fue inaugurado el 7 de septiembre de 2014 gracias a que la
pastora de la iglesia Monte Sion y la congregación cristiana ayudaron a
levantar las ruinas de una casa. Fotos: Vanguardia/Luis Castrejón/Jesús Peña

En una
pieza de 2.80 por 3.50 metros de paredes amarillo pálido, tosco escritorio,
varias sillas plegables de metal y tres viejos archiveros de fierro, despacha
Érika Yadira Becerra Cisneros.
“Hemos
avanzado”, dice poniendo cara como de satisfacción.
Porque
hace cuatro años estaba peor, cuando llegó a instalarse en una casa de
Infonavit de Mirasierra sin cristales, sin excusado ni regadera y, lo que es
más, sin agua ni cableado eléctrico.
Era una
de las tantas casas abandonadas, desbaratadas, que proliferaban por la colonia.
Lo que se
dice un cascarón.
Todo
porque una noche que se acostó para dormir, Érika Yadira tuvo un sueño:
Soñó que
tenía una casa muy grande, donde atendía a mujeres víctimas de violencia de
todos colores y sabores.
Entonces
Érika habló con la pastora de la iglesia Monte Sion, a la que ella asiste desde
que se convirtió al cristianismo hace 15 años, y le contó su sueño.
A los
pocos días los miembros de la congregación vinieron y levantaron las ruinas de
aquella vivienda.
Pintaron
sus muros, pusieron cristales, limpiaron, quitaron la yerba y trajeron sillas.
La
pastora pagó la primera renta y así se inauguró la casa.
Hubo
corte de listón.
Sucedió
el 7 de septiembre de 2014.
“Hemos
avanzado”, pensó Érika Yadira.
Porque
antes había sido peor, cuando ella comenzó a recibir mujeres de toda Ciudad
Mirasierra, que venían a desahogarse o a pedirle consejo a la sala de su
domicilio.
“Dice el
pastor (de la iglesia Monte Sion) que Dios me dio gracia para que la gente se
acerque conmigo”, dice Érika Yadira.
Estamos
en el despacho de Érika Yadira, una oficina mínima que por las tardes se
convierte en el salón donde un grupo de críos reciben apoyo escolar; y por las
noche en un consultorio psicológico a donde mujeres, hombres, parejas, familias
vienen para llorar sus penas.
La verdad
es que no es más que la minirrecámara de una casa de Infonavit, 6 metros de
frente por 14 de fondo, minicochera, minisala-comedor, dos minihabitaciones,
minicocina, minibaño, minilavandería y minipatio trasero, una casa de muñecas,
un palomar en el que desde hace casi cuatro años funciona el Centro Vida
Satillo, la asociación civil fundada por Érika Yadira para ayudar a las mujeres
que están en situación vulnerable y también a las que no.
 
Es muy
difícil cuando no tienes cómo salir adelante, que no puedes ir a la escuela… No
quiero que ellas pasen lo que yo”.

Érika
Yadira Becerra Cisneros, fundadora de Centro Vida Saltillo.
 
“Usted
piensa que todas las mujeres que venimos aquí somos violentadas y no”.

Me regañó
una señora, ama de casa por elección, con estudios universitarios, cierta
mañana que estuve aquí para platicar con las alumnas de la clase de belleza,
unas 30 féminas que toman cátedra amontonadas en la sala-comedor de esta casa
de Infonavit; en la sala-comedor, que además es aula de secundaria,
preparatoria y, los sábados a las 10:00 horas, comedor infantil.
Pero
“hemos avanzado”, repite sin cesar Érika Yadira.
Y cuenta
de cuando el centro inició en aquella vivienda desvalijada, donde no había agua
y las muchachas que hacían de modelos de las aspirantes a estilistas tenían que
ir a lavarse el pelo a casa de Érika Yadira.
Hasta que
después de dos años el centro se mudó al lado, a la casa fachada uva y portón
chocolate, de la calle Cuauhtémoc 259, en Ciudad Mirasierra, donde ahora
charlamos.

‘Hemos
avanzado’. Pasó de atender seis mujeres a 850, provenientes de Arteaga, Ramos
Arizpe, Bella Unión, la mayoría de Mirasierra, Loma Linda, Fundadores y
Morelos.
Días
antes de estar acá, miro en la página de Facebook del Centro Vida Saltillo las
fotos de una mujer chaparrita, llenita, atezada, rubio chonguito, es Érika
Yadira con las pupilas de la clase de belleza; Érika Yadira acompañando a las
alumnas en la asignatura de uñas de acrílico; Érika Yadira con los estudiantes
de secundaria abierta, Érika Yadira en una cancha con el equipo de futbol del
centro Leones Mirasierra; Érika Yadira con los alumnos de computación; Érika
Yadira con su equipo de colaboradores voluntarios; Érika Yadira con los niños
del comedor infantil en la posada y luego el Día de Reyes.
La
víspera de la apertura, la pastora de la iglesia Monte Sion le pidió que
pensara cómo le iba a poner al centro.
Y a Erika
le gustó Vida:
“Le puse
así porque es un lugar donde se da vida a las personas que vienen ya sin
ilusiones y aquí encuentran un lugar donde las escuchamos, las ayudamos, les
damos esperanza y algo para salir adelante”.
Es un
lugar donde se da vida a las personas que vienen ya sin ilusiones y aquí
encuentran un lugar donde escuchamos, les damos esperanza”.

Érika
Yadira Becerra Cisneros, fundadora de Centro Vida Saltillo.
 
En la
blusa de Érika, que unos días es rosa, otros morada y a veces blanca, he visto
invariablemente al lado derecho el dibujo de un árbol frondoso con flores de
colores.

Es el
logo del Centro Vida Saltillo.
Érika
Yadira dice que el árbol, con sus ramas como brazos abiertos, representa la
vida; y sus flores multicolores la alegría.
El diseño
es de Javier Martínez, su hijo mayor, que además es parte del equipo de
psicólogos de Vida.
Érika
Yadira mandó pintar este mismo árbol a lo largo y ancho de la pared de lo que
fue la primera cede del centro, y dice que ya pronto lo hará pintar acá.
El
proyecto empezó con seis mujeres, víctimas de maltrato, que frecuentemente
acudían a Érika en busca de ayuda. 
Quisiera
que alguien volteara y nos viera. Es un trabajo que le toca al Gobierno y
nosotros estamos apoyando”.

Érika
Yadira Becerra Cisneros, fundadora de Centro Vida Saltillo.
Eran
vecinas de la cuadra.
Un
mediodía a las afueras del centro, Érika Yadira recuerda su peregrinar por las
distintas oficinas gubernamentales, pidiendo apoyo para las mujeres de su
barrio.
Las
puertas se le cerraban.
“Me
consta que ha tocado demasiadas puertas, algunas se han abierto, unas con
promesas, otras con mentiras. El camino para ella no ha sido fácil, la he visto
llorar, le he visto reír. Siempre ha sido una mujer fuerte, valiente”, dice
Abigail Martínez, amiga personal de Érika y beneficiaria de la asociación.
Entonces
Érika Yadira era una desconocida.
Al fin
consiguió que el Centro Sí Mujer le mandara a una psicóloga para que diera una
plática sobre violencia intrafamiliar.
El centro
empezó a llenarse de mujeres, en su mayoría madres jóvenes y solas, de prole
numerosa, sin muchos estudios ni formas de sacar dinero.
Dulia
Rivera, estilista, es una de las primeras maestras voluntarias que llegaron
aquí, después de que supo, por una amiga, que Érika necesitaba una instructora
que enseñara a las mujeres a cortar cabello.
“La
verdad para mí es muy gratificante enseñar a otras mujeres a salir adelante. Yo
siempre les comparto que este oficio es muy hermoso, porque pueden trabajar
desde su casa sin descuidar a su familia”.
Dice
Dulia a la hora de su clase en el aula multiusos, o sea, la sala-comedor de
esta casa de Infonavit, que luce abarrotada de alumnas.
El sueño
de Monse, 18 años, escolaridad secundaria, una de las educandas del Centro
Vida, es llegar a poner su estética en grande.
Has
aprendido, ¿no?
“Ya voy
más o menos avanzada”.
¿Ya ganas
plata con esto?
“He hecho
bases y puesto uñas de acrílico”.
La
maestra Dulia dice que muchas de las mujeres que asisten a la clase de belleza
en este lugar no tienen dinero para comprar material, tampoco un sitio donde
dejar a sus nenes.
Aquí me
los traigo los sábados. Es tratar de que no se desbalaguen pa otro lado”.

Raúl
González, entrenador de futbol y esposo de Érika Yadira.
 
“Yo
pediría que nos pusieran una guardería y que nos ayudaran con el material para
trabajar”.

Mujeres
como Gaby, que estudiaron belleza en el Centro Vida, han montado ya su propia
estética.
Ella
llegó aquí buscando ayuda para superar la depresión que le causó la separación
de su esposo, me cuenta mientras aplica un tinte a una clienta.
Gaby es
contadora pública, pero siempre soñó con ser estilista y aquí está.
“En Vida
me han ayudado a salir adelante, tanto en lo económico, como en lo personal”,
dice.
De vuelta
en su despacho Érika Yadira me cuenta su historia y llora.
Y a mí se
me están quemando las habas por escribirla, pero hay un trato de por medio:
Ella me
abriría de par en par las puertas del centro, a cambio yo me conformaría con
publicar que vivió su infancia en la colonia Zaragoza, con sus padres y su
hermano menor, que era muy estudiosa, tenía buenas notas, que le gustaba jugar
a las barbies con las nenas del barrio y montar en bicicleta  pero que se
embarazó cuando tenía 13 años y estaba en la secundaria. Eso es todo.
Entonces
había menos opciones para las mujeres como ella y en honor a ese recuerdo fue
que montó esta fundación.
“Es muy
difícil cuando no tienes cómo salir adelante, que no puedes ir a la escuela… No
quiero que ellas pasen lo que yo”, dice y se enjuga las lágrimas con el dorso
de la mano.
Atardeciendo,
leo en una loma pegada al frontispicio que en este centro se brindan cursos de
belleza, baile moderno, inglés, apoyo escolar, primaria, secundaria y
preparatoria abiertas, superación personal, uñas de acrílico, y me pregunto si
le cabrá tanto a una casa de Infonavit, 84 metros cuadraros.
 
Me consta
que ha tocado demasiadas puertas, algunas se han abierto, unas con promesas,
otras con mentiras. El camino para ella no ha sido fácil”.

Abigail
Martínez, amiga de Érika Yadira.
 
Parece
que aquí eso de que “todo cabe en un jarrito, sabiéndolo acomodar” no aplica.

Cada vez
que las aprendices de estilista vienen con sus modelos, tienen que practicar en
la cochera del centro o de plano en la banqueta, haga frío o calor, porque no
hay espacio.
Érika
dice que éste ha sido siempre el talón de Aquiles de su asociación.
“Quisiera
que alguien volteara y nos viera. Es un trabajo que le toca a Gobierno y
nosotros estamos apoyando”, dice.

Cursos.
Ofrece clases de belleza, uñas de acrílico, baile moderno, inglés, computación,
apoyo escolar, primaria, secundaria y preparatoria abiertas, superación
personal.
 
Con el
tiempo este centro pasó de atender seis mujeres a 850, provenientes de Arteaga,
Ramos Arizpe, Bella Unión, la mayoría de Mirasierra, Loma Linda, Fundadores y
Morelos.
Durante
mis visitas al Centro Vida Saltillo vi a las muchachas de la clase de belleza
trabajar amontonadas, la alharaca a todo lo que daba.
“Hay
maestros que quieren venir a apoyar, pero ya no tenemos ni horarios, ni lugar.
Hay un maestro que me quiere apoyar con baile moderno, no tenemos dónde
ponerlo, quitamos bailoterapia porque no tenemos el lugar, quitamos
manualidades, porque preferí meter otras cosas más de provecho, como la
secundaria”, dice Érika Yadira.
Es muy
gratificante enseñar a otras mujeres a salir adelante. Yo siempre les comparto
que este oficio es muy hermoso, porque pueden trabajar desde su casa sin
descuidar a su familia”.

Dulia
Rivera, estilista.
 
Y dice
que en los casi cuatro años de existencia del centro, ha tenido ella muchos
momentos de crisis, ganas de tirar la toalla, sobre todo cuando se va un
maestro voluntario o cuando no hay para la renta de la casa, pero, gracias a
Dios, siempre llega un profesor nuevo y un ángel con el dinero para el
arriendo.

“La mano
de Dios no me ha dejado”, dice.
Sin
embargo, noto que hoy Érika Yadira anda preocupada, dice que no sabe cómo le va
a hacer porque se inscribieron más chicos en la clase de apoyo escolar y no
tiene donde meterlos.
Podría
instalarlos en la cochera, pero necesitaría una lona para cubrirlos del sol y
más sillas, pero no tiene.
En eso
Érika Yadira corta la plática, dice que va a la escuela por sus dos hijos
pequeños y luego a hacer de comer.
Me cuenta
que la mayor parte de su tiempo lo pasa aquí y siente por eso que ha descuidado
a su familia.
Antes su
marido se molestaba, pero cuando vio que esta labor la hacía feliz y la llenaba
de satisfacción, decidió apoyarla y ahora es el representante de los cinco
equipos de futbol Leones Mirasierra con los que cuenta el centro.
En Vida
me han ayudado a salir adelante, tanto en lo económico, como en lo personal”.

Gaby,
contadora y estilista.
“He
trabajado mucho, me he esforzado mucho sin ganar ni un peso, al contrario
ponemos para la renta, para trapeadores, para la luz”.
Aun así,
dice, no se ha escapado de las murmuraciones de la gente.
“El año
pasado mi esposo me compró un carro, bonito el carro, y muchas personas estaban
hablando: ‘no, pos le está yendo muy bien en el centro’”.
Por
aquellos días Marcela Moreno, la maestra de secundaria y preparatoria abierta,
me contó de cuando aquí no había pizarrón ni sillas suficientes para los
alumnos y existía sólo una pequeña mesa de madera, que aún se conserva, para
que tomaran sus apuntes.
Las cosas
no han cambiado o han cambiado poco.
En Vida
Saltillo sigue sin haber mesas y sillas, y los alumnos que asisten a los
diferentes cursos tienen que atender la clase sentados en blocks con sus
cuadernos a las rodillas.

Emprendedoras.
Hay mujeres que han asistido a las clases de belleza en el centro y ahora
tienen su propia estética.
 
Cuando
Marcela me contó que en los últimos cuatro años han egresado del centro entre
80 y 100 estudiantes, se le iluminó la cara.
“De todo
corazón buscamos que ellos vengan y que en lugar de andar en otros lados
haciendo otras cosas, enfocarlos, tratar de cambiar mentalidades y buscar que
avancen en sus estudios para que busquen una superación”, dijo.
Ahora
estoy con Érika Yadira en el salón de inglés, que funciona también como taller
de computación, sin computadoras.
Érika
Yadira dice que como el centro no cuenta con equipo, es requisito indispensable
que las personas que deseen inscribirse a esta clase tengan laptop y no todos
tienen.
A este
curso asisten nada más unos 15 alumnos, los que poseen un ordenador portátil, y
hay otros 20 que quisieran entrar pero que no tienen.
“Me
quiero preparar porque acabo de agarrar un trabajito como líder en ventas y
necesito manejar la computadora”, me dice Martha Álvarez Sánchez, 39 años, ama
de casa, su primer día de clase en el Centro Vida.
¿Cómo se
enteró de este centro?
“Por
Facebook”.
Quiero
saber, le digo a Érika Yadira, cuándo y cómo fue que descubrió que era una
líder.
Dice que
fue hace ya algunos años, cuando reunió a un grupo de señoras de la cuadra en
la cochera de su casa para practicar zumba.
Como
todas eran neófitas en la materia, Érika Yadira trajo un televisor y lo conectó
a un dvd con videos donde aparecía un instructor bailando.
Al
principio eran unas cuantas mujeres, después más de 30.
Ya no
cabían en la cochera.
Entonces
a Érika Yadira se le ocurrió llamar a un canal local de televisión para que la
sociedad y las autoridades conocieran el caso.
Semanas
más tarde la municipalidad mandó una maestra y facilitó los patios de una escuela
de Miirasierra para el zumba.
En esa
ocasión Érika Yadira logró juntar a unas 80 mujeres.
Es
sábado, día de comedor infantil en el Centro Vida Saltillo, y yo me veo
engullendo una rebanada de pastel de chocolate y charlando con Elizabeth Pérez,
la creadora, junto con Érika Yadira, de este programa.
Su
historia se parece mucho a la de la fundadora del centro.
Elizabeth
también tuvo un sueño.

Oportunidades.
Para que los jóvenes no se desbalaguen, el centro ofrece diversos cursos que
enriquecen la educación.
 
“Soñé con
un lugar muy grande y que estábamos esperando a los niños”.
Elizabeth
fue donde Érika Yadira y luego donde la pastora de la iglesia Monte Sion, para
contarles su sueño.
Un año y
medio después estamos aquí, mirando a los chiquillos devorar con avidez su
almuerzo de jamón con huevo, frijoles refritos, jugo y pastel para festejar a
los cumpleañeros del mes.
El
comedor, al que asisten unos 85 críos provenientes de Mirasierra, Nuevo
Mirasierra y Vista Hermosa, es patrocinado por la iglesia Monte Sion y algunas
almas caritativas de la comunidad.
“A parte
del alimento físico se les da un mensaje para que los niños crezcan
mentalmente, para que se vayan por un camino correcto, que no se vayan por las
drogas ni nada de eso, porque ahorita estamos en una zona que sí hay mucha
drogadicción, violencia, divorcios, entonces muchos niños están prácticamente
solos”.
En el
campo del Instituto Tecnológico Don Bosco, los chicos del Leones Mirasierra,
uno de los de los cinco equipos representativos del de Centro Vida Saltillo,
posan para la foto.
Faltan
unos minutos para que arranque al partido y Raúl González, el entrenador,
esposo de Érika Yadira, me está contando que estos nenes, de entre 12 y 13
años, en su mayoría mirasierranos, llevan ya dos campeonatos y en tres años han
estado en cinco finales.
“Aquí me
los traigo los sábados. Es tratar de que no se desbalaguen pa otro lado”, dice.
Son
estudiantes de secundaria, muchachos venidos de familias humildes que han
tenido que trabajar de cerillos en las tiendas de autoservicio para costearse
su uniforme.
De camino
al estadio Don Bosco en la camioneta de Raúl, los futbolistas me contaron que
su empeño por la pelota les ha valido saludar en persona al “Perro” Bermúdez y
tomarse selfies con él.


80 a 100
estudiantes de secundaria y preparatoria han egresado del Centro Vida Saltillo.

Fue en
Torreón, en un partido de Chivas contra Santos.
A las
12:00 de otro día en el Centro Vida, el celular de Érika Yadira no para.
Alcanzo a
oír que es una señora de cincuenta y tantos años que quiere hacer la
preparatoria abierta y está pidiendo informes.
Érika le
dice que sí, que está bien, que venga, que nunca es tarde para estudiar, que
aquí la reciben.
Colgando,
me platica que es normal que a medianoche ella siga en su casa contestando las
llamadas de gente que pregunta por los cursos del Centro Vida, y vuelve a
quebrarse cuando me cuenta las historias de mujeres que le hablan para decirle
que el marido les pegó, las echó a la calle con sus hijos y no tienen dónde
pasar la noche.

Vida y
alegría. Los voluntarios también tratan de que los niños y jóvenes cambien sus
mentalidades para ser personas de provecho para la comunidad.

“Terminan
yéndose que con la comadre, con la amiga, nomás por esa noche y tienen que
volver a su casa porque en ningún lado las quieren con tanto niño y con
problemas”.
Maya
Cardona, 30 años, ama de casa, viene a la prepa abierta del Centro Vida, porque
quiere estudiar Gastronomía o Gericultura.
Tenía 14
años cuando se casó y ahora sueña con superarse y ser la motivación de sus
hijas para que sean alguien en la vida, dice una tarde que charlamos a la hora
de su clase de Español.
Sueño.
Érika quiere poner una guardería para las mamás que no tienen dónde dejar a sus
hijos.

EPÍLOGO

Otra
noche que se fue a dormir, Érika Yadira soñó que tenía un albergue para mujeres
maltratadas y sus hijos; soñó con unas microempresas para las madres solteras o
que tienen niños o esposos discapacitados y soñó con una guardería para las
chicas que no tienen donde dejar sus críos.

Algún
día, algún día, se repite Érika, con la ayuda de Dios…