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Niñas y niños soldados: una herida abierta en el corazón de la humanidad

Jaime Septién, Aleteia, Feb
23, 2018

Más de
300.000 niños en más de 30 guerras en todo el mundo
 
En un
estudio realizado por la organización internacional Save the Children en el
norte de Uganda (África), se les preguntaba a los niños sobre si habían sido
secuestrados por las milicias locales. Los pequeños, en lugar de contestar que
no, muchos contestaban: “todavía no”.
Aldeas
Infantiles SOS, presente en 134 países, considera que existen unos 250,000 a
300,000 niños que participan directamente en más de 30 guerras en todo el
mundo.
Y lo
hacen combatiendo o realizando funciones de apoyo como correos, vigías o
informantes, entre otras. También son utilizados en atentados terroristas
suicidas o explotados como esclavos sexuales.
Voluntarios
a la fuerza y forzados con violencia
Se
consideran niños a todos aquellos que no han cumplido los 18 años, según la Convención
Internacional sobre los Derechos del Niño. Sin embargo, en muchos lugares se
considera adulto a una persona que cumpla 14 o 15 años.
“Los
niños son más vulnerables en zonas en las que los conflictos se extienden en el
tiempo y donde sus posibilidades de acceder a la educación son reducidas”, dijo
Pedro Puig, presidente de Aldeas Infantiles SOS con ocasión del Día Mundial
Contra el Uso de Niños como Soldados (12 de febrero).
En
ocasiones son forzados y en otras lo hacen de manera voluntaria empujados por
la pobreza o la pérdida de familiares en la contienda. “En todos los casos son
víctimas que precisan de una respuesta inmediata para evitar que las
consecuencias físicas y psicológicas de su participación en el conflicto sean
más graves”, aseguró Puig.
Los
niños-soldados cada día son reclutados para participar en conflictos armados de
toda índole. El promedio de edad de la mayor parte de los reclutados es de 10
años, y se trata de un reclutamiento muchas veces “voluntario”, aunque también,
cuando es forzado, es un proceso cuidadosamente planificado en el cual los
niños son secuestrados y torturados.
¿En dónde
están; quiénes son?
No tienen
rostros, ni huellas, ni nombre. Solo en la República Centroafricana, al menos
3,500 niños están relacionados con grupos armados, aunque la cifra podía
ascender a 6,000.
Están
vinculados a grupos rebeldes en Colombia, Irak y seis países de Asia
(Afganistán, Myanmar, India, Indonesia, Filipinas, Sri Lanka y Tailandia);
grupos como Los Tigres Tamiles de Sri Lanka, el Ejército de Resistencia del
Señor (LRA, en sus siglas en inglés) de Uganda, y las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC).
Según
datos de la Coalición para Acabar con el Uso de Niños-Soldado son nueve los
estados que emplean niños en la guerra, entre ellos Myanmar, Chad, República
Democrática del Congo (RDC), Somalia, Sudán y Uganda.
Los
ejércitos y los grupos rebeldes se ceban sobre la inmadurez, la pobreza, la
falta de oportunidades educativas y, en suma, la vulnerabilidad de los niños
para enrolarlos en sus filas. Desde luego, son más dóciles, manipulables y
menos conscientes de los peligros que enfrentan en una guerra que los adultos.
En
resumen, es más difícil que perciban a profundidad los significados de
“ausencia” o “muerte”. Por esos son usados en multitud de “oficios” de guerra o
inherentes a los grupos que combaten por algún tipo de poderío: informantes,
mensajeros, cocineros, cargadores, guardias, espías, guardaespaldas, esclavos
sexuales, “detectores” de minas…
    
La
promesa de “seguridad”

Pero la
mayoría de los niños que eligen convertirse en soldados (y son verdaderos
participantes de los conflictos) lo hacen porque participar en un grupo armado
les parece “más seguro” que hacer frente a sus dificultades.
Además,
la venganza, el sentido de pertenencia a un grupo y la ideología, también
pueden influir en los menores, sobre todo en los huérfanos, los que viven solos
o en un ambiente familiar complicado, a que vean su reclutamiento como una
solución a sus problemas.
A los
ejércitos los niños-soldado les cuestan menos dinero y sirven de reemplazo a
los adultos que mueren en combate. También “sirven” en otro tipo de milicias o
de ejércitos. En Latinoamérica, especialmente en México y en Centroamérica, son
reclutados por el narcotráfico y por las pandillas o maras.
Según el
estudio “Cruce de fuego: niños, niñas y adolescentes en el narcotráfico
mexicano”, del experto en estudios sociales, Norberto Emmerich, “México ocupa
un lugar destacado en el mapa mundial de niños y adolescentes víctimas de la
violencia armada”.
La
marginación y pobreza de cientos de menores mexicanos ha llevado a que éstos
encuentren una salida a su situación en el acercamiento a este tipo de grupos,
que además de aportarles una retribución económica, pueden proporcionarles
“seguridad” frente a amenazas de otras organizaciones delictivas.
Lo mismo
se puede decir de las maras. Más de la mitad de las niñas, niños y adolescentes
viajando sin la compañía de un adulto hacia Estados Unidos declaran –cuando son
detenidos en el cruce de la frontera con México—que están huyendo, justamente,
del reclutamiento o la amenaza de las maras, pues, o se integran a ellas o son
ajusticiados inmediatamente.
Es
cuestión de tiempo para que mueran…