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Internet pierde libertades con rapidez en Asia sudoriental

Por Pascal Laureyn, IPS, 19 feb 2018

Investigadores de la no gubernamental Freedom House analizaron la
situación de Internet en 65 países, que concentran a 87 por ciento de los
internautas del mundo, y concluyeron que la evolución más notable se dio en
Asia sudoriental.

Los que
están en peor situación son China, Siria y Etiopía. Y en el otro extremo, se
encuentran Estonia, Islandia y Canadá.
Facebook,
Twitter, Instagram, Line, WhatsApp y WeChat son las redes sociales más
populares en Asia sudoriental, pero su poder de promover la libertad de
expresión decae. Crédito: R.Farrell/ITU.

Hace unos
años, Asia sudoriental era una región prometedora. La economía crecía y la
democracia se consolidaba. Malasia realizó elecciones libres, Indonesia comenzó
una campaña contra la corrupción, y Camboya logró mejorar los derechos sociales
de los trabajadores textiles.
Algunos
ya controlan Internet y silencian a los activistas, un triste desenlace en una
región que hace poco parecía lograr avances hacia el logro de mayores
libertades.
“Internet
ayudó a que esos movimientos crecieran”, explicó Madeline Earp, investigadora
en esta región de Freedom House. “Todo tipo de organizaciones y de medios
comenzaron a usar Internet cada vez más y más. Eso fue alentador”, añadió.
Pero en
la actualidad, la democratización falló. Un golpe militar en Tailandia y la
disolución de la oposición en Camboya son solo dos ejemplos de gobiernos
autocráticos resistiéndose al cambio.
Censura,
detenciones y violencia
Según el
informe de Freedom House, siete de los ocho países asiáticos estudiados tienen
menos libertad que el año anterior.
“La
censura aumenta y la libertad en Internet se acota”, indicó Earp. “Myanmar
(Birmania) y Camboya fueron las mayores decepciones”, apuntó.
Hace
poco, unos periodistas fueron detenidos en Birmania. La propagación de noticias
falsas incitan mensajes de odio y violencia contra la minoritaria comunidad
musulmana. Y en la actualidad, ese país tiene más periodistas presos que en los
últimos años de la dictadura (1962-2011).
En
Camboya, las autoridades cerraron un diario independiente, y los activistas que
denuncian actividades ilegales de empresas terminan en la cárcel.
En
Tailandia, la estricta ley de lesa majestad se emplea para silenciar a la
oposición. Y en Filipinas, hay un creciente número de formadores de opinión que
promueven propaganda favorable al gobierno.
El único
país que mejoró su situación es Malasia. Pero según Freedom House, es porque
aumentó el uso de la red de redes.
La represión
no le sigue el ritmo a el creciente uso, lo que muestra que Malasia no escapa a
la tendencia de Asia sudoriental, pues las restricciones a la libertad de
expresión comienzan cuando el uso de Internet crece.
“El
gobierno de Malasia censuró sitios web de noticias. Y por lo menos, un
ciudadano malasio fue condenado por un post publicado en Facebook”, indicó
Earp.
El
ejemplo chino
Parte de
la responsabilidad de la situación actual en Asia sudoriental la tiene China.
Ese influyente país tuvo durante tres años la menor libertad en Internet, según
el informe.
Las
autoridades chinas utilizan un sistema de vigilancia, conocido como “Gran
Cortafuegos”. Un ejército de supervisores controlan el uso de la red, desde las
aplicaciones de mensajería hasta las cámaras de tránsito.
La
censura borra los mensajes no deseados, lo que a veces genera situaciones
absurdas.
Por
ejemplo, se nombró a un escarabajo descubierto hace poco Xi Jinping, en honor
al presidente chino. Pero la censura borraba los mensajes al respecto porque la
naturaleza depredadora del coleóptero podía resultar insultante para el
gobernante.
Ese tipo
de prácticas juegan un papel importante en el declive de la democracia en Asia
sudoriental.
“Vietnam
copia las técnicas de China”, observó Earp. “Más blogueros y activistas
terminan tras las rejas por su uso de las redes sociales”, apuntó.
Noticias
falsas
La
censura no es el único tema problemático. En esta región, se difunden noticias
falsas para eliminar a opositores o para manipular a la opinión pública, como
explica Ed Legaspi, director de la Alianza de la Prensa de Asia Sudoriental.
“Es
preocupante que muchos gobiernos aprovechen los mecanismos existentes en las
redes sociales para propagar rumores y combatir a las voces críticas”, explicó
Legaspi.
“La ley
de lesa majestad de Tailandia, el acto de sedición en Malasia y la ley de
blasfemia de Indonesia se han utilizado para restringir la expresión en
Internet”, añadió.
En
Birmania, las expresiones virulentas y racistas contra los musulmanes provocan
estallidos de violencia regulares.
Sitios de
noticias falsas propagan rumores sobre mujeres budistas, supuestamente violadas
por hombres musulmanes. Eso avivó la violencia contra la comunidad rohinyá, una
minoría musulmana en Birmania, y sirvió para que el ejército reuniera el apoyo
de vastos sectores de la población.
El papel
de las redes sociales no puede subestimarse. Facebook, Twitter, Instagram,
Line, WhatsApp y WeChat son las más populares en la región, pero su potencial
inicial de promover la libertad de expresión empezó a deteriorarse.
“Hace
unos años, las redes sociales eran paraísos para los activistas. Pero en la
actualidad, las compañías cooperan demasiado con regímenes autocráticos”, se
lamentó Legaspi. “No hacen nada para proteger a sus usuarios”, subrayó.
Manipulación
electoral
Varios
países organizan elecciones este año. La forma en que los gobiernos de la
región hagan frente a los momentos de tensión determinará la evolución de la
libertad en Internet.
Camboya
tiene elecciones sin oposición; y la votación en Malasia está muy manipulada,
así que no hay que esperar noticias positivas por ahí.
En
Indonesia, las elecciones regionales de junio serán la primera prueba desde la
campaña de noticias falsas contra el otrora gobernador popular de Yakarta,
Basuki ‘Ahok’ Tjahaja Purnama, condenado por blasfemia y encarcelado.
El
creciente conocimiento de quienes están en el poder se usa para aumentar su
riqueza cuando llegan las elecciones. Algunos ya controlan Internet y silencian
a los activistas, un triste desenlace en una región que hace poco parecía
lograr avances hacia el logro de mayores libertades.