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Las protestas en la calle, un arma de combate entre facciones iraníes

ALI FALAHI 03.01.2018
Ninguna de las facciones políticas en Irán ha podido esquivar las críticas de los manifestantes, cuyas movilizaciones contra los líderes de la República Islámica han abierto una crisis en el país.

Sin embargo, a medida que la contestación se atenúa, los distintos grupos de poder tratan de redefinir los incidentes según su propio interés y así presionar a sus rivales políticos. Las primeras protestas, por ejemplo, animaron a los sectores conservadores a endurecer el tono de sus reproches contra el Ejecutivo.


Rohaní
Los incidentes de los últimos días han perjudicado fuertemente la popularidad menguante del presidente Hasan Rohaní. Tras ser reelegido el pasado mes de mayo, el mandatario prefirió seguir con su política de distensión interna, a costa de darle la espalda a una parte importante de sus seguidores que anhelaban medidas hacia una mayor apertura social.
Aun así, el presidente iraní no parece estar dispuesto a dar su brazo a torcer y en este ambiente de amenaza también vislumbra oportunidades. “La gente no critica sólo la economía, sino también la corrupción. La gente está pidiendo transparencia”, dijo Rohaní el domingo, atribuyendo los problemas del país a la acción del poder judicial y a los centros de poder económico, que actúan fuera del control de su Gobierno. Asimismo, Rohani precisó el lunes que “la economía de Irán necesita una gran cirugía” e invitó a todos los grupos políticos a unirse.


Conservadores
La facción conservadora ha optado por hacerse eco de los eslóganes que exigen una mejora económica par Irán y repudiar a los que cuestionan la legitimidad del sistema islámico. “Han sido justas las exigencias de la gente, es justo protestar ante la carestía de los precios pero no se deben alimentar los medios enemigos”, expresó el viernes el ayatolá Alamolhoda, durante las plegarias de Mashhad, la segunda ciudad más poblada, al noreste del país.
Muchos de los actores conservadores han repetido las mismas opiniones al respecto y han criticado el desempeño económico del Ejecutivo. No osbtante, a medida que los choques han venido intensificándose, algunos han dado un giro en sus posturas acusando al expresidente Mahmud Ahmadineyád de haberlo orquestado todo. El Jefe de los Guardianes de la Revolución, el general Mohamad Jafarí, expresó este miércoles que las manifestaciones tuvieron lugar a partir del llamamiento realizado en uno de los sitios web dirigidos por “una de las exautoridades del país que estos días ha empezado a criticar los principios y valores del sistema”, en una clara referencia a Ahmadineyad.


Ahmadineyad
Mahmud Ahmadineyad, presidente de Irán entre 2005 y 2013, es, a priori, el actor político más beneficiado ya que las manifestaciones respaldan las críticas que el dirigente ha hecho contra el sistema iraní, en especial al poder judicial y ejecutivo.
Sin embargo, los acontecimientos también pueden poner fin a su vida política e incluso social si sus rivales logran atribuirle la organización de las protestas. El exmandatario, consciente de este riesgo, precisó el jueves pasado que “cualquier tensión, conflicto o acto ilegal, calumnias y desprestigio están condenados y no tienen nada que ver con nosotros”.


Reformistas
Los reformistas han tomado posturas tibias, como evidencia su referente principal, el expresidente Mohamad Jatamí, que enfatizó el derecho de la gente a expresarse pacíficamente y condenó los actos violentos.
Esta revuelta, cuya característica principal ha consistido en dejar de lado las exigencias del Movimiento Verde, ha sorprendido a los reformistas y da señales de que se acerca el final de una época en la que ellos han logrado movilizar a las masas haciendo uso del voto útil, en vez de satisfacer las exigencias ciudadanas cumpliendo con sus promesas electorales en la mayoría de ocasiones.
Al final todo depende de la postura que vaya a tomar el líder supremo iraní, el ayatolá Jameneí. Según su única reacción del martes pasado, se prevé una dura intervención contra los sectores que tratan de abrir camino hacia la normalización de relaciones con EE UU, en especial, el Ejecutivo y también puede dar luz verde a los rivales de Ahmadineyad para poner en marcha sus casos de corrupción.
Aunque estas protestas constituyen una oportunidad de oro para el sistema de recuperar la confianza de la opinión pública al tomar cartas en el asunto y responder ante los sectores sociales que abogan por una mejora económica, no parece que haya tanta unanimidad entre los aparatos del sistema para paliar las estrecheces de los sectores más vulnerables de la sociedad iraní.