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Hacia un foro de encuentro intercultural e interreligioso

Mariano Beltrán 04.01.2018
Oriente suele tener problemas con el concepto “universal” de los Derechos Humanos y es por esto, que es de vital importancia entender que universal no quiere decir sagrado o inamovible

Los derechos civiles y políticos tienen sus orígenes teóricos e históricos en Occidente; específicamente, tienen sus raíces en el pensamiento de los grandes filósofos del tiempo de la Ilustración, y en las revoluciones liberales de finales del siglo XVIII. Debido a este origen occidental de los Derechos Humanos, se podría pensar que éstos son un intento de Occidente por colonizar al resto del mundo, y que, en cierta manera, los Derechos Humanos solo serían realmente válidos en Occidente, en donde surgieron. Esta “relatividad cultural”, que aduce frecuentemente el mundo islámico, postula que Occidente representa sólo una entre muchas otras culturas, cada una con su propio pasado histórico igualmente valioso, por lo que sería incorrecto regirse por los valores de los “Derechos Humanos occidentales”.
Ya en la Guerra Fría esta recurrente discusión aparecía como un debate ideológico entre Occidente y Oriente, sin embargo, hoy es más usual encontrarlo como una discusión económica y política entre Norte y Sur, o como un debate cultural-religioso entre Occidente e Islam. En cualquier caso, parece claro que el relativismo que impera en los actuales conflictos geopolíticos no hace otra cosa que lastrar la posibilidad de poner fin a los conflictos entre las culturas y entre los ciudadanos.
Considero importante alertar de que el relativismo cultural encierra sus propios peligros, al menos tanto como otros pensamientos de corte objetivista
Así, considero importante alertar de que el relativismo cultural encierra sus propios peligros, al menos tanto como otros pensamientos de corte objetivista. Al alegar que se está preservando cierta cultura intacta y sin interferencias foráneas, los defensores de la relatividad cultural pueden estar – conscientemente o no – defendiendo la causa de la tiranía y de la opresión nacional, que puede ser tan peligrosa como la dominación extranjera. Abusar del principio de soberanía nacional es tan negativo como abusar del concepto de derechos humanos para imponer la propia voluntad política a países más débiles. Consideremos el caso del supuesto mandato religioso que prescribe la pena de muerte de los homosexuales. ¿Debería tal castigo quedar cubierto por el principio de auto-determinación cultural o constituye una violación inaceptable de límites morales o legales?
En estos terrenos pantanosos son en los que nos movemos actualmente. Tanto Oriente Próximo como Oriente Medio han intentado salirse de este relativismo cultural en varias ocasiones en los últimos años, lamentablemente sin demasiado éxito; considerar que la cultura y los valores propios son válidos per se, y que los valores del de enfrente también son igualmente válidos, nos hace caer en una paradoja que casi siempre se descubre en tiranía. Las zonas de confort en las que Oriente Próximo y Medio se han instalado, haciendo creer que Occidente quiere imponer los Derechos Humanos, en tanto y en cuanto Occidente ejerce un poder colonizador, y las zonas de confort en las que igualmente Occidente se ha instalado, creyendo que sus valores defendidos son una suerte de religión laica que todo el mundo debe asumir, nos están llevando a un camino de difícil salida.
Oriente suele tener problemas con el concepto “universal” de los Derechos Humanos y es por esto, que es de vital importancia entender que universal no quiere decir sagrado o inamovible. Los Derechos Humanos son universales, pero deben y pueden ser ampliados; de igual forma, hay hechos religiosos que pretenden ser universales y en realidad afectan solamente a un grupo concreto de la población. Es importante entender esta diferencia para generar puntos de encuentro.
Es urgente solucionar los conflictos en Oriente Medio y Próximo, y es igualmente urgente tender puentes entre Oriente y Occidente
La realidad social de Oriente, un continuo hervidero entre distintas facciones, como chiíes y suníes en Oriente Medio, hutíes en Yemen, y la particular invasión del autodenominado Estado Islámico, nos exige una repuesta rápida, nos llaman a la creación de un espacio global de conversación intercultural e interreligiosa, un espacio donde la mayor pretensión sea escuchar al de enfrente. El diálogo interreligioso es casi una necesidad para empezar a abandonar este atolladero sociológico en el que estamos inmersos; las religiones deben hacer una apuesta por el diálogo urgentemente. Por su parte, la sociedad civil y los poderes públicos deben hacer lo propio, deben dialogar en espacios laicos, en espacios de seguridad, donde construir un nuevo orden geopolítico. El diálogo siempre ha de estar en el centro, nunca ha de ser accesorio ni trivial: banalizar el diálogo es el comienzo del fin de la paz social.
Así pues, Naciones Unidas debería tomar la iniciativa y crear un verdadero foro de encuentro intercultural e interreligioso, teniendo muy presente que el relativismo cultural debe ser desterrado de los parámetros formales de la conversación. Un foro donde hablar de los valores de las distintas culturas, de los problemas comunes a cualquier cultura; un foro donde también las religiones puedan establecer puntos de debate e incluso de encuentro. Es urgente solucionar los conflictos en Oriente Medio y Próximo, y es igualmente urgente tender puentes entre Oriente y Occidente; es por eso que defiendo, con carácter de urgencia, la creación de un Foro Internacional de Encuentro Intercultural e Interreligioso dependiente de Naciones Unidas, para dar así un nuevo impulso al Pacto por los Derechos Civiles y Políticos, que entró en vigor en 1976, para escucharnos, para que las distintas culturas lleguen a soluciones compartidas y para ejercer con ambición el diálogo.
Solo si creemos en el poder de la palabra y de la voluntad de acercar posturas, podremos terminar con los conflictos. Oriente Medio y Próximo merecen una oportunidad seria, merecen que una solución seria y global sea construida; Occidente y Oriente merecen que puentes más sólidos sean construidos. Por eso, el principio de la solución debe ser el diálogo, debe ser conversar, asentar las bases de un proyecto común y global, que no es otro que el progreso de la humanidad en su totalidad. Por eso seguiré peleando por la creación de un Foro Internacional de Encuentro Intercultural e Interreligioso, para terminar por desterrar el nefasto relativismo cultural que no hace otra cosa que ahogar cualquier intento de solución en Oriente, y para crear un nuevo espacio donde la palabra tenga valor por sí misma entre Oriente y Occidente, sin esperar a ningún intermediario.