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Rusia y Estados Unidos se reparten el legado del Estado Islámico en Siria

16 Septiembre 2017

La evolución de la guerra siria está permitiendo un auge de la capacidad diplomática de Moscú en Oriente Próximo. Los rusos están recogiendo el fruto de su intervención militar. La reciente gira del ministro de Exteriores Sergei Lavrov por la región así lo muestra. Rusos y americanos se reparten el legado de los yihadistas en Siria.
Hace solo unos días dos grupos rebeldes integrados en el Ejército Sirio Libre, Usud al Sharqiya y Shahid Ahmad Abdo, anunciaron que Estados Unidos y los principales países sunníes que les apoyan, incluidos Arabia Saudí y Jordania, les han pedido que abandonen la lucha contra el ejército de Damasco y se retiren del sur de Siria, a Jordania.
Esos dos grupos recibían hasta ahora entrenamiento y armamento de la CIA, lo que confirma que Washington ya no está interesado en combatir al gobierno de Damasco. De hecho, el presidente Donald Trump ha dejado claro que su único enemigo es el Estado Islámico, y que las fuerzas americanas solamente combatirán a los yihadistas.
La decisión de Trump está dejando colgados a los rebeldes que luchan contra Damasco y se está creando un vacío que está siendo aprovechado por Rusia en distintas partes de Siria. En esta nueva situación Estados Unidos y Rusia actúan coordinados, tanto en el norte de Siria como en otros lugares, principalmente en el sur del país.
Americanos y rusos se están repartiendo el legado del Estado Islámico, la organización que desde 2014 ha controlado vastas extensiones de territorio sirio y que en las últimas semanas está sufriendo serios reveses en las dos principales zonas que ocupaba hasta ahora, las provincias de Raqqa y Deir al Zor.

La política de Trump está permitiendo que Moscú juegue un papel más destacado en la región. Este pasado fin de semana el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, realizó una nueva gira por Oriente Próximo durante la que se entrevistó con los reyes de Arabia Saudí y Jordania, además de hablar telefónicamente con el presidente de Egipto.
El 4 de julio el diario Washington Post reveló la existencia de un acuerdo tácito mediante el que Estados Unidos y Rusia se reparten las zonas que están por encima y por debajo del río Éufrates. La parte norte estará bajo el control de Estados Unidos, mientras que el sur del río quedará bajo la batuta de Rusia.
Como sea que Damasco depende en gran medida de las fuerzas aéreas rusas, el gobierno sirio está cada vez más ligado a Moscú. Esta circunstancia les permite a los rusos poder desempeñar un papel diplomático crucial en la resolución del conflicto.
Mientras Rusia tiene una fuerte alianza militar con Siria y con Irán, dos elementos centrales en el conflicto sirio, Estados Unidos carece de un socio tan firme. Es verdad que en el norte cuenta con el respaldo de los kurdos, pero en cambio carece de un consistente socio sunní, lo que significa que su empuje diplomático y militar está más limitado que el de Rusia.
El distanciamiento diplomático de Washington ha permitido que Moscú se anote un punto importante con la reciente creación de zonas seguras en territorio sirio. La zona segura más activa por el momento es la del sur del país, la que da al Golán ocupado por Israel y a Jordania.
Los rusos se creen el papel que están jugando. Sergei Lavrov declaró el último fin de semana en Jedda, en Arabia Saudí, que es necesario crear una nueva situación en la región. “Hemos de llevar la estabilidad a Oriente Medio y el norte de África”, dijo tras reunirse con el rey Salman, y apenas unos días después de que dijera que el conflicto entre Israel y los palestinos existe porque Estados Unidos así lo quiere.

Los rusos están metiendo su diplomacia en la disputa entre Catar y los demás países suníes de la región, una disputa que ya dura tres meses y a la que no se le ve una salida a corto plazo, pero también están metiendo su diplomacia en la más vieja cuestión de la reconciliación palestina entre Hamás y Fatah.
Se ha llegado a una situación curiosa en la que algunos países de la región consideran que solo Rusia puede proteger sus intereses regionales, y entre esos países están Arabia Saudí e Israel. La importancia que Rusia está adquiriendo en la región se deriva del desarrollo de la guerra en los campos de batalla de Siria.
Según indicaron medios jordanos, durante su entrevista en Ammán con el rey Abdallah, Lavrov le garantizó que si el ejército sirio ocupa el sur del país, es decir la frontera con Jordania, Damasco no desplegará en la zona milicias proiraníes. A cambio de esta concesión, Damasco pide una normalización paulatina de las relaciones con Jordania, incluida la apertura de la frontera terrestre.
Durante su última gira, Lavrov exploró las posibilidades de que los países árabes normalicen las relaciones con Siria ahora que Damasco ha extendido su control por amplias zonas del país. En este sentido, Jordania parece ser el país más interesado en normalizar las relaciones con su vecino del norte.
Además, Lavrov ha estado explorando las posibilidades de que la próxima cumbre entre el gobierno y los rebeldes sirios que se celebrará en los próximos días en Astana permita avanzar en la dirección de conseguir la paz en Siria, lo que debería discutirse en una próxima cumbre a celebrar en Ginebra.