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El extraño Radetzky

29 Mayo 2017

Congoleños, ruandeses y burundeses conviven en el centro de refugiados de Maratane

Unos pocos kilómetros de asfalto y un camino de tierra, bacheado y que serpentea en todas las direcciones, enlaza la ciudad de Nampula con el centro de refugiados de Maratane, en el que comparten escenario los que huyeron de sus países de origen con algunos de los mozambiqueños más empobrecidos de la zona. 

En Maratane las palmas no acompañan la Marcha Radetzki el 1 de enero. Están lejos, muy lejos, de Viena y de lo que el Concierto de Año Nuevo significa. Aquí, quienes ponen música y voz son las corales de mujeres congoleñas, ruandesas y burundesas que alternan su presencia en la pequeña capilla del campo de refugiados. Nada de Radetzki. Aquí las voces son centroafricanas y los sones no son de violín.

La Cabeza do Belho, una pequeña elevación que se asemeja al rostro de perfil de un humano, también parece indiferente a Radetzki y a la capital austriaca. Durmiente o simple masa de roca, ahí está el belho, quieto. Sin batir las palmas, porque la cosa tampoco da para ello.

La montaña y los de Maratane están a otra cosa. Aquí la preocupación son los días de la semana. Cada día un afán. Como si fueran hijos. Cada día diferente al anterior y distinto al siguiente. Igual que los hijos.

Maratane es un centro para refugiados, uno de esos lugares que llaman tanto la atención de las agencias humanitarias y de los periodistas. Pero no es uno más, aunque se parezca a tantos otros. En todos hay huidos y miedos, en muchos hay hambre, sed, enfermedad, llanto y lamento. Pero, sobre todo, esperanza de que mañana algo cambie. Platos diferentes elaborados con los mismos ingredientes.