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El elefante y la cola del ratón


Joan Cañete Bayle 



En plena segunda Intifada, el embajador de España en Tel-Aviv invitó a los corresponsales de la prensa española a comer en su residencia. El diplomático acababa de llegar, y una invitación de este tipo es un formalismo habitual. Avanzada la comida, los periodistas nos enfrascamos en una discusión sobre si el muro que entonces Israel construía en Cisjordania debía llamarse muro o valla. A lo largo de su trazado, la barrera combina trayectos en los que toma la forma de un gran muro de ocho metros de alto (más alto de lo que fue el muro de Berlín) y otros en los que es una gran valla electrificada con una amplia zona de seguridad a ambos lados.

Llamar muro a la barrera, que es como la llaman los palestinos, supone considerarla ilegal y criticar su construcción del lado palestino de la Línea Verde, la expropiación de tierras palestinas que acarreó y los movimientos estratégicos unilaterales en términos de fronteras y asentamientos que implica. Llamarla valla, que es como la califica Israel, equivale a justificar su construcción por motivos de seguridad y dotarla por tanto de legitimidad e incluso de legalidad bajo el argumento de la defensa propia. En esa comida, los corresponsales españoles coincidimos en llamar muro a la barrera. Los corresponsales israelíes castellanoparlantes, muchos de origen latinoamericano, formaban el bando de la valla. La conversación, una discusión en realidad, fue poco edificante, el embajador nos observaba estupefacto.

En ninguna parte las palabras son inocentes, implican una elección, una mirada, un hecho que se exacerba allí donde hay conflictos enconados, como es el caso de Israel y los territorios palestinos ocupados. Allí, las palabras no tienen por qué significar lo mismo para todo el mundo, muchas palabras están desnaturalizadas y no significan lo que dice el diccionario sino otra cosa, en ocasiones algo diametralmente opuesto. Las palabras allí son armas arrojadizas y coartada, trinchera y también maquillaje de una realidad muy fea. Paz es un ejemplo perfecto. En el 2013, el International Press Institute (IPI) publicó en su web Use With Care: A Reporter’s Glossary of Loaded Language in the Israeli-Palestinian Conflict, un voluntarioso intento de elaborar un glosario imparcial del conflicto para corresponsales elaborado por seis periodistas israelíes y palestinos cuyos nombres se mantuvieron en el anonimato. En su introducción, los editores del International Press Institute escribían: “Las palabras son más de lo que parecen; pueden poseer más de un significado o tener una connotación escondida, la cual puede cambiar a lo largo del tiempo y por las circunstancias (…) Para nuestro propósito, es necesario examinar el significado de una palabra o una expresión en el contexto del conflicto, donde puede tener diferentes connotaciones y significados dependiendo de a quién se pregunta (…). Palabras que son consideradas una incitación a la violencia en Israel serían consideradas patrióticas en el lado palestino, y viceversa. Como suele ser el caso en regiones activamente conflictivas, el terrorista de una sociedad es el luchador por la libertad de la otra”.

Ni muro ni valla, barrera

Sobre la discusión entre muro y valla que mantuvimos los corresponsales de la prensa española en la residencia de aquel embajador español recién llegado a Tel-Aviv, el glosario del International Press Institute dice:

“Los términos muro de de seguridad o valla de seguridad se refieren a la barrera física que Israel comenzó a construir durante la segunda Intifada, en lo que dijo que era un respuesta a los atentados suicidas. Gran parte de la barrera consiste en una valla rodeada por una amplia zona de exclusión, mientras que, oficialmente, un 10% diez consiste en un muro de hormigón de ocho metros de alto. En la defensa de su construcción, Israel señala que el número de ataques violentos contra la población civil se ha reducido en gran medida desde la construcción del muro. Por tanto, los nombres que usa Israel incluyen Muro de Seguridad y Valla de Seguridad.

Hay una visión palestina que encuentra estos términos ofensivos porque dan a entender que todos los palestinos en Cisjordania son una fuente potencial de suicidas o de otros ataques violentos. En su opinión, la barrera evita la libertad de movimiento,  ya que se aparta de la Línea Verde para abarcar una serie de asentamientos, por lo que se anexiona efectivamente zonas palestinas en Israel, significados que no creen que se transmiten con los términos muro de seguridad y valla de seguridad. Por lo tanto, hay palestinos y medios de comunicación palestinos que hablan de Muro de Anexión, Muro de Segregación o incluso Muro del Apartheid.

Por otro lado, hay israelíes que encuentran estos términos ofensivos, primero debido a la comparación de las políticas de segregación racista de Sudáfrica antes de 1994, y también porque implican que la motivación para la construcción de la barrera era territorial, racial y étnica en lugar de una legítima preocupación de seguridad ante los atentados suicidas”.

Ante la enorme susceptibilidad que genera el tema, el periodista debe usar un término imparcial que no levante protestas en ninguna de las dos partes del conflicto, argumenta el International Press Institute, que recomienda el uso del término barrera de separación. La imparcialidad, sin duda, es uno de los objetivos supremos del periodista, del periodismo. La RAE define imparcialidad como “Falta de designio anticipado o prevención a favor o en contra de alguien o algo, que permite juzgar o proceder con rectitud”. El periodista suele llegar a Jerusalén con la noble intención de ser imparcial en un conflicto que, visto desde fuera, se le antoja endemoniado, irresoluble, complicadísimo, repleto de trampas que tienen como objetivo engañarlo, contaminarlo, deslizarlo por la senda de la parcialidad, obligarlo a tomar partido, traicionando así los principios de su profesión. Un conflicto en el que dos pueblos que tienen el mismo derecho sobre la misma tierra no se ponen de acuerdo para lograr la paz y se hacen daño el uno al otro por igual. Un conflicto sobre el cual hay que informar con imparcialidad, ecuanimidad (“Imparcialidad de juicio”) y manteniéndose neutral (“Que no participa de ninguna de las opciones del conflicto”). Porque es fiel a estos objetivos, en nombre de esta imparcialidad, ecuanimidad y neutralidad el International  Press Institute propone el término barrera de separación. Desde este punto de vista, el hecho de que una parte del conflicto hable de valla de Seguridad y la otra, de muro del Apartheid refuerza la creencia de que barrera de separación es la elección correcta; que los dos bandos no estén de acuerdo, que el periodista irrite por igual a ambos contendientes es la mejor indicación de que el corresponsal va por el buen camino de la imparcialidad, la ecuanimidad y la neutralidad.