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Kabul asegura que la madre de todas las bombas no ha matado a civiles

14 Abril 2017


El distrito de Achin, en la provincia de Nangarhar, al este de Afganistán, ha sido el escenario de batallas desde la primera guerra anglo-afgana en el siglo XIX. Una tierra donde la guerra se ha mantenido viva durante decenios y que ahora tiene el desgraciado honor de ser el primer lugar donde el ejército norteamericano ha lanzado la GBU-43, el mayor proyectil no-nuclear del arsenal de los Estados Unidos, para acabar con un sistema de cuevas en las que se escondían miembros del Estado Islámico (IS).

El distrito se encuentra en una de las zonas más remotas del país. La mayor parte está deshabitado ya que su orografía presenta una combinación entre desiertos áridos y desfiladeros conectados con un sistema montañoso muy escarpado. Por ello, la mayoría de las 95.000 personas que viven en el mismo, según el último censo realizado por el Gobierno afgano que data de 2006, y los alrededor de 30.000 refugiados que han llegado durante los últimos meses tras ser expulsados de Pakistán, se encontraban lejos de la zona en la que el artefacto explotó.

El portavoz del Ministerio de Defensa afgano, Dawlat Waziri, ha asegurado que “no hay víctimas civiles” a pesar de que la investigación que el Pentágono está realizando para medir el impacto todavía no ha concluido. “Al menos 92 militantes de Dáesh [EI] murieron en el bombardeo”, relató a la agencia AFP el gobernador del distrito de Achin, Esmail Shinwari.