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La ambivalente respuesta de Trump a la acelerada expansión de colonias judías

3 Febrero 2017

La Casa Blanca asegura que busca la paz israelo-palestina, pero no considera los asentamientos un obstáculo



Un colono judío con una bandera isarelí en el asentamiento de Amona en Cisjordania. JACK GUEZ / AFP

La nueva Administración republicana ha roto su silencio en medio de la oleada de expansión de los asentamientos judíos, tras el anuncio de Israel de construir más de 6.000 viviendas en Cisjordania y Jerusalén Este. El comunicado de la Casa Blanca emitido en la noche del jueves no ha condenado el crecimiento de las colonias en territorio palestino ocupado, como sistemáticamente se reiteraba bajo la presidencia del demócrata Barack Obama. “No hemos adoptado aún una posición oficial”, precisaba la nota oficial. “Aunque no creemos que la existencia de los asentamientos sea un obstáculo para la paz, la construcción de nuevas colonias o la expansión de las existentes más allá de sus límites actuales pueden no ser útiles para lograr ese objetivo”.

Con estas matizadas premisas, Washington confirma el viraje favorable a los intereses de Israel anunciado por Donald Trump durante su campaña electoral. El mensaje ya no se reduce a “ni un solo ladrillo más”, como ocurría durante los dos mandatos sucesivos de Obama. Aunque con cortapisas menores, el presidente republicano ha dado a entender que tolerará la construcción de más casas para israelíes en Cisjordania. Habrá entonces luz verde de EE UU a la colonización, pero solo dentro del perímetro de los llamados bloques de asentamientos: grandes zonas urbanizadas en Cisjordania en torno a Ariel, Maale Adumin o Gush Etzion, al norte, este y sur de Jerusalén respectivamente.

En esencia, se trata de un regreso a la posición fijada por el también republicano George Bush en 2004 para intentar sentar a Israel en la mesa de diálogo. A cambio del compromiso negociador, EE UU respalda que los grandes bloques de asentamientos judíos en Cisjordania, situados cerca de la frontera anterior a la guerra de 1967, puedan ser incorporados al Estado de Israel tras un pacto de intercambio de territorios con los palestinos en el marco de un acuerdo general y permanente de paz.

La Casa Blanca ha roto su silencio sobre la colonización israelí —repetidamente condenada por la comunidad internacional por obstaculizar la paz— precisamente un día después de que Israel anunciara la construcción de la primera nueva colonia en Cisjordania en más de dos décadas. Su destino es realojar a las cuatro decenas de familias de colonos que acaban de ser desahuciadas en el asentamiento de Amona por 3.000 soldados y policías palestinos, por orden del Tribunal Supremo, en medio de la conmoción nacional tras haber ocupado durante 20 años terrenos de propiedad privada palestina.

Este primer avance de la doctrina Trump para Oriente Próximo no menciona la solución de los dos Estados como fórmula para poner fin a la ocupación israelí de territorios palestinos, aunque tampoco la veta. “La voluntad estadounidense en favor de la paz entre israelíes y palestinos permanece inmutable desde hace 50 años”, advierte el comunicado de la Casa Blanca, cuyo actual inquilino “espera alcanzar la paz en Oriente Próximo”. El mensaje para Israel es de nuevo patente: el presidente republicano pretende marcar su impronta en la región como patrocinador de ceremonias de entendimiento como las de Camp David (entre Israel y Egipto en 1978) o de la Casa Blanca (en la que israelíes y palestinos sellaron los Acuerdos de Oslo en 1993).