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Medio siglo de espera: la lucha por ver a los secuestrados por Corea del Norte

16 Diciembre 2016

Casi 50 años después de su secuestro, el hijo de Hwang Won tiene esperanzas de que su padre vuelva. Se calcula que el régimen ha secuestrado a 180.000 personas, la mayoría surcoreanos

El 11 de diciembre de 1969, Hwang Won, un productor de televisión surcoreano, tomó un vuelo supuestamente rutinario que debía llevarle desde Gangneung, la ciudad donde vivía, a Seúl, la capital del país, para reunirse con los compañeros de la cadena en la que trabajaba. Diez minutos después de despegar, uno de los pasajeros se levantó y se dirigió a la cabina del piloto. El pasajero desvió el rumbo del avión y el aparato nunca aterrizó en Seúl, sino en la ciudad norcoreana de Wonsan, después de cruzar el famoso paralelo 38 que había separado a la penํnsula coreana en dos durante la Guerra de Corea y que hoy sigue siendo una referencia en la frontera entre el Norte y el Sur.
La desaparición del vuelo de la Korean Air Lines es uno de los casos más conocidos de la polํtica de secuestros de extranjeros que el Gobierno de Corea del Norte llevó a cabo durante décadas y que ha afectado sobre todo a surcoreanos, pero también a japoneses, a cuatro mujeres libanesas, una artista rumana y una masajista tailandesa.
Según la Organización por la Reunificación Familiar de los Secuestrados durante la Guerra de Corea, los secuestros comenzaron durante el conflicto que separó a las dos Coreas, cuando unas 80.000 personas, la mayoría civiles, fueron forzadas a cruzar la zona de demarcación, especialmente entre julio y septiembre de 1950. A partir de los años 70, los secuestros comenzaron a expandirse a otras nacionalidades, después de que el entonces lํíder del país, Kim Il-sung, redefiniera la polํítica de espionaje en 1976. En total, se calcula que unas 180.000 han sido secuestradas, la mayorํa de etnia coreana, según el Comité por los Derechos Humanos en Corea del Norte.

Casi 50 años después, el hijo de Hwang Won, In-cheol, aún tiene esperanzas de que su padre vuelva algún día. “Sé que sigue vivo. No veo ninguna razón para que no vuelva”, asegura In-cheol convencido, a pesar de que su padre tiene ahora, en caso de seguir vivo, 79 años. In-cheol comenzó hace 15 años, después de que una de las azafatas del vuelo pudiera salir de Corea del Norte y le contara su historia, una batalla para exigir a Pyongyang que libere a todos los extranjeros retenidos contra su voluntad. “Mi padre solo es un pequeño caso de una gran violación de derechos humanos”, asegura el surcoreano.
El régimen norcoreano reconoció poco después del secuestro del Korean Airlines que el aparato se encontraba dentro de su territorio, pero aseguró que habían sido los propios pilotos los que habían desviado el avión como protesta contra el Gobierno de Seúl. Pyongyang prometió entonces devolver a todos los ocupantes del vuelo, pero solo 39 de ellos regresaron al cabo de dos meses. Los cuatros miembros de la tripulación y otros siete pasajeros, entre ellos el padre de Hwang In-cheol, nunca volvieron.
‘Proyecto Matrimonio’, programa para crear espías
Banjong Panjoi se enteró de que su tía había sido secuestrada por el régimen de Kim il-Sung a través de la televisión. “Nosotros pensábamos que había muerto, tal vez asesinada, en Macao. Pero la tele empezó a hablar de una mujer tailandesa secuestrada por Corea del Norte. Era Anocha”, explica Banjong. Anocha Panjoi es uno de los casos más extraños de los secuestros de Corea del Norte. Nacida en la provincia tailandesa de Chiang Mai, al norte del país, Anocha se mudó a Macao, una antigua colonia portuguesa en la costa sur de China, en 1978 donde encontró un trabajo como masajista. Poco después de su llegada, Anocha desapareció sin dejar rastro cuando supuestamente se dirigía a un salón de belleza.

Nada se supo de ella hasta 2004, cuando Robert Jenkins, un soldado americano que había desertado hacia Corea del Norte en 1965, pudo viajar a Japón a visitar a su mujer y reveló que Anocha había sido su vecina durante sus años de deserción. “Le enseñamos a Jenkins una fota de Anocha y nos confirmó que era ella”, recuerda Banjong.
Por aquellos años, el silencio sobre los secuestros de Corea del Norte empezaba a romperse. Las primeras señales llegaron en 1987, cuando un avión surcoreano que había despegado en Bagdad explotó sobre el cielo de Tailandia, matando a las 115 personas que iban a bordo. Los responsables, dos agentes norcoreanos, habían abandonado el aparato en la escala en Abu Dhabi. Uno de ellos, una joven con un pasaporte japonés falso, fue arrestada después y confesó que había aprendido el idioma nipón de un secuestrado. Una historia similar vio la luz en 1996, cuando un desertor le contó a un periódico que se utilizaban secuestrados nipones para enseñar japonés a espías. En 2002, la propia Corea del Norte reconoció su responsabilidad en la desaparición de 13 japoneses en una visita del entonces primer ministro nipón Junichiro Koizumi. Pyongyang aseguró que solo cinco de ellos seguían vivos, incluida la mujer de Jenkins, a los que se permitió regresar a su país un mes más tarde.


La mayoría de los que han podido abandonar Corea del Norte no saben con certeza por qué fueron retenidos, aunque hay varias teorías. “Había tres objetivos fundamentales: que trabajaran para ellos, que se convirtieran en espías o que se casaran con otros extranjeros”, asegura Teruaki Masumoto, de la Asociación de Familias de Víctimas de Secuestrados por Corea del Norte. Este último habría sido supuestamente el objeto del secuestro de la tailandesa Anocha, quien se casó dos veces con extranjeros, un desertor estadounidense y un hombre de negocios alemán que trabajaba para el gobierno.
Sin embargo, el hecho de que varios de los secuestrados fueran parejas jóvenes levantó nuevos interrogantes. Jenkins ofreció otra teoría que el periodista Robert S. Boynton cuenta en su reciente libro ‘The Invitation-Only Zone: The True Story of North Korea’s Abduction Project’. Para Jenkins, los secuestros formaban parte de un proyecto a largo plazo para conseguir una generación de espías norcoreanos que no parecieran norcoreanos y que hablaran otros idiomas con la fluidez de un nativo. Boynton habla así del ‘Proyecto Matrimonio’, una política para buscar mujeres a los extranjeros que vivían en el país y que no podían casarse con nativas, debido a las leyes locales.

Para ellos se instauró la llamada ‘Zona Sólo para Invitados’ que da título al libro de Boynton, una zona donde los extranjeros vivían aislados y vigilados de cerca por el gobierno. “Es muy raro que alguno de estos secuestrados escape. Están en zonas fuertemente controladas por el régimen”, asegura Tomoharu Ebihara, director de la Asociación para el Rescate de los Secuestrados por Norcorea.
Apenas hay registros de desapariciones a partir de los años 90, aunque se sospecha que la desaparición del joven estadounidense David Sneddon en 2004 podría estar relacionada con Pyongyang. Sin embargo, el asunto de los secuestrados sigue siendo central en las relaciones entre Japón y Corea del Norte y afecta continuamente las negociaciones sobre armamentos nuclear en las que participan ambos países y otros cuatro gobiernos. Así, el Gobierno japonés ha exigido a Pyongyang una respuesta satisfactoria sobre el paradero de los otros secuestrados, a los que considera todavía vivos, como muestra de buena voluntad para continuar con las negociaciones. “Corea del Norte tiene que reconocer que esto es un asunto humanitario y que para muchas de esas familias, el tiempo se está acabando”, asegura Phil Robertson, director adjunto para Asia de Human Rights Watch.
Cuando era niño, Hwang In-cheol siempre esperaba con impaciencia las Navidades porque su madre le prometía que su padre volvería a celebrarlas con ellos. “Pensaba que él no me quería. Pero cuando tenía 10 años me contaron que había desaparecido con el avión”, cuenta In-cheol. Otras Navidades se acercan, pero, 47 años después, el padre de In-cheol sigue sin volver, aunque él nunca deje de esperarlo.