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El terror de las bandas latinas en Milán, la capital económica de Italia

22 Diciembre 2016

Milán es escenario de una guerra entre bandas. Hasta el punto de que su Ayuntamiento ha pedido ayuda al Ejército. 150.000 militares reforzarán la seguridad los próximos tres meses

Julio de 2001. Una noche, un chico de piel morena, pelo negro y pantalones deportivos arroja violentamente al suelo a otro joven. Otros lo rodean. Es una expedición punitiva. Empiezan las patadas, una y otra vez. Septiembre de 2016: escondidos en un rincón, lejos de miradas inoportunas, siete jóvenes con el uniforme del pandillero prototipo -pantalones cortos, gorra de béisbol, camisetas largas- conversan en grupo. Otra pareja de jóvenes de aspecto similar aparece y, en pocos segundos, les pasa un pequeño sobre transparente, con polvo blanco dentro, cuchillea una frase y se va.
Podría pensarse que estas instantáneas comunes en el día a día de las pandillas en Centroamérica, retraten escenas ocurridas en El Salvador -donde el Gobierno lucha con uñas y dientes sin poder erradicar el fenómeno-, o en algún barrio marginal de Estados Unidos. Sin embargo, estamos en Milán, en la rica capital económica de Italia, la ciudad europea en la que más se ha evidenciado un problema que en los últimos años ha dejado de ser esporádico para convertirse en una preocupación para la policía.

Las pandillas más peligrosas son la Mara Salvatrucha y el Barrio 18 [también conocida con las siglas MS-13], aunque también hay presencia de los Latin King y de los Trinitarios”, cuenta a El Confidencial el agente Lorenzo Bucossi, el comisario jefe de la policía de Milán .

El último gran caso que hizo saltar las alarmas fue el de un dominicano, Antonio Rafael Ramírez, acuchillado y acribillado hace días a plena luz del día en el centro de la ciudad. El episodio acabó en las portadas de todos los principales diarios de Italia y el alcalde milanés, Giuseppe Sala, pidió el 14 de noviembre el envío del Ejército a las periferias de la ciudad. Algo que finalmente obtuvo con la llegada de 150.000 militares que al menos durante los próximos tres meses reforzarán el operativo de seguridad en la ciudad. “Aunque esa investigación aún está en curso. La verdad, es increíble que ahora haya tanta atención, esto viene de hace mucho”, precisa Bucossi, con tono de quien mal traga los colofones ocasionales.
Y es que ya antes que Bucossi fuese nombrado a principios de año en su puesto, su antecesor, Alessandro Giuliano, se vio a cargo de varias investigaciones que apuntaban a la expansión de las pandillas en Italia. “El principal objetivo de estos grupos, mayoritariamente de origen salvadoreño, es el de afianzarse frente a la comunidad latinoamericana que vive en Italia”, contaba Giuliano en 2001.
“Los mecanismos son similares a los de los pandilleros latinos en EEUU, es decir, un violento rito de iniciación y rígidas reglas internas, así como la prohibición de abandonar la organización. Todo esto condimentado con una simbología que se muestra a través de pintadas callejeras y tatuajes”, puntualizaba. “Ha crecido mucho en los últimos diez años”, asevera hoy Bucossi. Y, a renglón seguido, aclara que los delitos por los que, en la mayoría de los casos, los miembros de las pandillas son apresados son tráfico de drogas, intento de homicidio, asociación para delinquir y violencia agravada.
Frente al fenómeno, hasta ahora, la reacción de las autoridades italianas ha sido la de la represión. El pasado septiembre, la prensa italiana informó de un gran operativo contra Barrio 18 que llevó al arresto de 15 jóvenes, entre ellos dos jefes de la banda, apodados “Gato” y “Perro”. Entre julio y agosto, ocho personas afiliadas a la Mara Salvatrucha fueron detenidas, entre ellos el “Peludo”, de 21 años, considerado el jefe del grupo.

Los operativos se desencadenaron después de que Milán se convirtiese en el escenario de una guerra entre bandas. El 4 de julio, por ejemplo, varios pandilleros acuchillaron hasta la muerte en un tranvía a un albanés de 18 años, en la zona de la Universidad de Bocconi de Milán. Otra agresión casi simultanea ocurrida en una conocida discoteca de Milán, el Limelight, se saldó con un joven salvadoreño herido en la garganta. Posteriormente, el 11 del mismo mes, un revisor de tren fue herido de gravedad en la estación de Milán-Villapizzone. Los jóvenes se subieron al tren sin pagar y casi le amputaron el brazo. Según los investigadores eran miembros de la MS13.
En opinión de las oenegés, la cuestión de fondo es que el problema no se está atajando de la manera correcta. Esta queja se refiere, en particular, a que hay represión sin eficientes planes de reinserción en la sociedad, una tarea que, en todo caso, a duras penas, y muchas veces sin éxito, intentan cumplir las familias y de las asociaciones. “El Ejército no es la solución, se necesita un trabajo de cohesión social”, fue la reacción de la ONG Comin, que desde los años 70 trabaja en proyectos de promoción social, tras conocer que el Gobierno italiano había accedido a enviar el Ejército a Milán.

Según muchos, uno de los grandes obstáculos está precisamente en que la ley italiana no reconoce automáticamente la nacionalidad a los hijos de padres extranjeros nacidos en Italia. Algunos creen que termina por crearles problemas de identidad. De hecho, en el país la ley está basada en el principio de la ‘ius sanguinis’, por lo que la transmisión de la nacionalidad es por afiliación familiar-, algo que genera malestar y problemas de identidad en muchos jóvenes, más si nunca han pisado el país de origen de sus progenitores.
Y una circunstancia que se suma, además, a los nexos que muchas bandas buscan en otros países y a la falta de oportunidades laborales para los jóvenes en el país transalpino, donde la tasa de paro juvenil alcanza casi el 40%. De ahí también que el fenómeno golpee a jóvenes de distintas orígenes. Y que Milán no sea la única ciudad de Italia donde el fenómeno se ha arraigado. Otros son los de Roma, Nápoles y Turín, y el de Génova, la capital de la diminuta región de Liguria, donde la expansión -como en el caso de Milán- también ha sido muy llamativa. Tanto que allí trabaja el sacerdote Paolo Farinella, que desde hace años intenta recuperar a los chicos que acaban en los circuitos criminales. “Aquí la mayoría son ecuatorianos hijos de familias que han llegado después de la masiva emigración 1999 [cuando el 27% de la población de Ecuador abandonó el país]”, contaba Farinella a esta periodista, en una entrevista hecha hace un tiempo.
En 2006, quizá la investigación más seria sobre pandillas latinas hasta hoy, realizada sólo sobre el territorio de Génova, llegó a contabilizar 435 afiliados y 17 bandas, entre ellas los Ñetas, Latin King, Vatos Locos, Manhattan y Los Diamantes. En esa época, en Italia las llamaban las ‘baby gang’, por la joven edad de muchos de sus afiliados, en características que se reproducen aún hoy.