General

Quince años de fracaso en Afganistán

10 Septiembre 2016

Afganistán conmemora el 11-S sumergido en el caos, con los talibán controlando gran parte del país

Especial del atentado del 11-S


La oficina en Kabul del abogado afgano Lal Gul estaba protegida por un portón de acero hace tan sólo dos años. Ahora una reja en forma de jaula y cámaras de vigilancia presiden la entrada, que parece más bien el acceso a una cárcel que al de un despacho de abogados. El letrado, que es presidente de la Organización de Derechos Humanos de Afganistán (AHRO), dispone en su oficina de una gran pantalla a través de la cual observa las imágenes que captan las cámaras de supervisión. Sobre su mesa, se acumulan decenas de documentos.”¿Quiere saber cuántas quejas hemos recibido? ¿Realmente lo quiere saber? ¡Cuente usted misma!”, exclama Lal Gul, mientras empieza a pasar sin parar escritos con fotografías de casas quemadas, cuerpos amoratados, algunos mutilados y otros directamente con un tiro en la cabeza. “No tengo ni idea de qué voy a hacer con todo esto, ni tan siquiera a dónde lo voy a llevar”, añade enojado. No es para menos. Los abusos recogidos en todos esos papeles se atribuyen a las milicias del propio vicepresidente del Gobierno, el general uzbeko Abdul Rashid Dostum. O a efectivos del partido Jamiat-e-Islami, al que pertenece el primer ministro, Abdullah Abdullah.Tanto Jamiat-e-Islami como Jonbesh-e-Melli Islami -la formación del general Dostum- se han lanzado a hacer la guerra por su cuenta contra los talibán en el norte de Afganistán, pero sin importarles quién se llevan por delante. La organización Human Rights Watch denunció a final de julio los excesos del general uzbeko contra población civil indefensa de la etnia pastún, y en abril EEUU solicitó diplomáticamente al Gobierno afgano que suspendiera el viaje que Dostum tenía previsto realizar a Nueva York y Washington porque no le iban a conceder un visado. No podían aceptar en su territorio a un señor de la guerra acusado por diversas organizaciones de derechos humanos de crímenes contra la humanidad. Pero eso sí, EEUU y el resto de la comunidad internacional continúan financiando al Gobierno afgano.Y llegó el 11-SCuando hace casi 15 años de la caída del régimen talibán tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra EEUU, en Afganistán predomina el “¡sálvese quien pueda!”. Pero ahora el miedo ya no es sólo a los talibán -que controlan buena parte del territorio- sino al propio Gobierno afgano, del que no se fía nadie. Quien más quien menos busca una salida para marcharse del país, y quien no intenta arramblar con lo que puede. Porque es una incógnita saber qué ocurrirá al día siguiente.”Si Occidente no hubiera apoyado a estos señores de la guerra, ahora no tendríamos esta basura de Gobierno”, sostiene Lal Gul, que acusa a la comunidad internacional de la desastrosa situación actual. En diciembre de 2001, tras la derrota del régimen talibán, la ONU convocó una conferencia en la ciudad alemana de Bonn para escoger los integrantes de un gobierno interino en Afganistán y poner los cimientos del nuevo Estado afgano. Entonces la comunidad internacional aceptó que esos señores de la guerra afganos formaran parte del ejecutivo, porque contribuyeron con sus efectivos a hacer caer el régimen talibán. Pensaron que así los tendrían contentos y no enemistados con el nuevo Gobierno. Pero aquel experimento se ha convertido en un monstruo imposible de controlar, y más ahora que la presencia internacional en Afganistán se reduce a cuatro gatos.La oficina en Kabul de Sima Samar, la presidenta de la Comisión Independiente de Derechos Humanos en Afganistán (AIHRC), también parece ahora una fortaleza. Hay diversos controles y puertas para acceder a su interior. La comisión es el máximo organismo que vela por los derechos humanos en el país. Al menos en teoría, porque la propia Samar admite que el año pasado su personal sólo pudo llegar al 58% del país a causa de la situación de inseguridad. En el resto de Afganistán, no tienen ni idea de lo que está ocurriendo y, según dice, a la comunidad internacional le trae sin cuidado. Los empleados de la AIHRC no pueden viajar por carretera por la presencia de talibán, y ya no hay vuelos a muchas provincias. Con la marcha de los extranjeros, también desaparecieron los enlaces aéreos. “¿Se puede creer que hay embajadores de países de la UE que todavía no han venido a verme?”, afirma Samar, que ocupa el cargo desde hace 13 años. Nadie como ella conoce lo que ha sucedido en el país desde el 11-S. “Eso no ocurría en 2003, 2004, 2005, 2006. Cualquier delegación extranjera que venía a Afganistán primero me visitaba a mí, y después iba a hablar con el Gobierno”, asegura.”Al representante de la UE le tuve que decir: ‘Señor embajador, todavía no ha venido a ver mi oficina’. Y entonces vino, cuando ya hacía dos años que estaba en Kabul”, comenta con sorna. Para Samar, la comunidad internacional no es que se haya olvidado de Afganistán, sino que lo abandonó hace ya mucho tiempo.En la calle en Kabul a cualquiera que se le pregunte habla pestes del ejecutivo afgano. “¿Qué Gobierno?”, contestan. El presidente, Ashraf Ghani, y su primer ministro, Abdullah Abdullah, se llevan como el perro y el gato. Ambos se presentaron como candidatos a las elecciones presidenciales de 2014, marcadas por el fraude. Y como solución salomónica, EEUU acordó que formaran un Gobierno de unidad, aunque están todos, menos unidos. Desde entonces la administración es un caos y buena parte de cargos continúan en funciones. En eso, Afganistán y España no se diferencian tanto.