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La posibilidad de una revuelta armada contra Hillary Clinton

21 Septembre 2016

El escenario: Trump denuncia el resultado; la violencia se multiplica; regiones del Sur y el Medio Oeste dejan de obedecer. La tesis se apoya en la tensión política, desazón institucional y extrema derecha

Hace poco más de una semana ocurrió algo en EEUU que pasó extrañamente desapercibido, quizás porque en este 2016 polémico y polarizante hemos perdido capacidad de asombro y hace falta más carne roja para ganarse un titular. O quizás por el rechazo casi físico a escribir un artículo que incluya las palabras “guerra civil”.
El hecho es que el gobernador de Kentucky, el republicano Matt Bevin, sopesó la opción de una insurrección armada contra Hillary Clinton si esta gana las elecciones. Fue la primera vez en esta campaña que un político electo invocaba públicamente el fantasma de una rebelión violenta. Estas fueron sus palabras:

“Quiero que seamos capaces de luchar ideológica, mental, espiritual, económicamente, para que no tengamos que hacerlo físicamente. Pero este, de hecho, podría ser el caso…
Alguien me preguntó ayer, hice una entrevista, ‘¿Cree que es posible, si Hillary Clinton gana las elecciones, cree que es posible que seamos capaces de sobrevivir, que seríamos capaces algún día de recuperarnos como nación?’. Y mientras hay gente que ha estado en este escenario y ha dicho que no, me atrevería a disentir. Creo que sería posible, pero ¿a qué precio? ¿A qué precio? Las raíces del árbol de la libertad se riegan ¿con qué? ¿Con la sangre de quién? De los tiranos, por supuesto, pero ¿de quién más? De los patriotas.

¿De quién será la sangre que se vertirá? Podría ser la de la gente de esta sala. Podría ser la de nuestros hijos y nietos. Tengo nueve hijos. Me rompe el corazón pensar que pueda ser su sangre la que se necesite para redimir algo, para reclamar algo que, por nuestra apatía e indiferencia, se ha abandonado. No dejéis que ocurra”.
El gobernador, veterano de guerra y empresario que lanzó su carrera política en el ‘Tea Party’, usó una frase de Thomas Jefferson muy querida por esta facción ultraconservadora (“El árbol de la libertad ha de ser refrescado de vez en cuando con sangre de patriotas y tiranos”). Bevin aclaró después que se refería a los soldados que luchan en Irak y Afganistán, lo cual no convenció a quienes le pidieron explicaciones.
Hasta entonces las referencias a la violencia como arma se limitaban a grupos de extrema derecha, algún periódico amarillista y Donald Trump. El candidato republicano insinuó que “la gente de la Segunda Enmienda” (el derecho a poseer armas) puede hacer algo contra Clinton. El pasado viernes Trump volvió a tocar el tema: “Vosotros sabéis que ella está muy en contra de la Segunda Enmienda (…). Ella va por ahí con guardaespaldas armados como no se ha visto nunca. Creo que los guardaespaldas deberían dejar sus armas, deberían desarmarse, ¿verdad? (…) Ella no quiere armas. Que se las quiten [a los guardaespaldas] y a ver qué le ocurre a ella”.

El millonario también ha cuestionado varias veces la limpieza de unas elecciones que ni siquiera se han celebrado: “El 8 de noviembre, mejor tener cuidado, porque las elecciones van a estar amañadas”, dijo en agosto. “La gente va a entrar [en las cabinas de voto] y va a votar 10 veces, quizás, ¿quién sabe?”.
Estas y otras declaraciones han generado momentos incómodos en torno a la campaña. El servicio secreto comenzó a investigar en julio al encargado del equipo Trump para asuntos de veteranos, el parlamentario de New Hampshire, Al Baldasaro, cuando dijo que Hillary Clinton “debería de ser puesta frente a un pelotón y fusilada por traición”. Después Baldasaro confirmó su opinión, “sin duda”, a The Boston Globe.

El profesor Joel Garreau es un profesional de la “planificación de escenarios”, un método analítico practicado por gobiernos y grandes empresas para hacer planes a largo plazo. Una disciplina que intenta concatenar todas las variables, desde la demografía a la economía, el clima, los cambios culturales y posibles factores sorpresa. La planificación imagina escenarios potenciales para que, si se dan, no cojan por sorpresa.
Garreau, antiguo reportero y editor de ‘The Washington Post’, planificador de escenarios para la firma Global Business Network y actualmente profesor en la Universidad de Arizona, publicó una serie de artículos en Foreign Policy donde prevé una insurrección armada contra Hillary Clinton. “Nunca creí que viviría para teclear estas palabras”, escribe Garreau. “En todas las décadas que llevo informando sobre este país, esta es la primera vez que puedo imaginar un futuro así como algo creíble”.
 El investigador repasa algunos episodios reales: la toma de un parque natural en Oregon el pasado enero; los ganaderos de Nevada que encañonaron y espantaron a las autoridades en 2014, granjeándose el apoyo de varios senadores republicanos; las milicias que atrapan inmigrantes mexicanos en la frontera, y capítulos históricos de desobediencia civil. Luego pasa a describir el “escenario”: Donald Trump denuncia el resultado electoral; los actos violentos, al principio contados, se multiplican; la escalada aumenta y varias regiones del Sur y el Medio Oeste dejan de obedecer al Gobierno. El nombre en clave de este escenario es “Rechazo Regional”.

El planificador insiste en que no es una predicción, sino una previsión. Lo que en la Guerra Fría se llamaba “pensar lo impensable”: imaginar un escenario improbable pero posible. En los años cincuenta una guerra nuclear. En 2016, una insurrección armada. También resalta que es su opinión y no la del medio que la ha publicado.
Garreau reconoce a El Confidencial que empezó a “pensar lo impensable” el pasado noviembre. “Contemplaba el escenario como algo de tan baja probabilidad (aunque de alto impacto) que ni siquiera tuve agallas para mencionárselo a un editor hasta enero”, explica por email. “Finalmente decidimos publicarlo porque esperaba que sacar el tema sería tan horrible que inocularía al electorado contra el “Rechazo Regional” que describía. De la manera en que la novela ‘1984’ inoculó eficazmente a la gente contra la posibilidad de que se diera ese escenario”.
La tesis de Garreau se apoya en un contexto de tensión política, desazón institucional y crecimiento de la extrema derecha. Clinton y Trump son los candidatos más impopulares de la historia (el 56% de la población tiene mala opinión de Hillary, más del doble de los que veían mal a Obama en 2008; a Trump lo rechaza el 63%). La popularidad del Congreso, minada por años de bloqueo político, está en mínimos (13%, según Gallup); este es el país más armado del mundo (265 millones de armas, una de media por adulto) y las milicias de extrema derecha se han multiplicado desde 2008.

El Southern Poverty Law Center (SPLC) estudia desde 1971 el radicalismo en Estados Unidos. Su presidente, Richard Cohen, advirtió la semana pasada en el Capitolio sobre la amenaza de ataques terroristas. No por parte de Al Qaeda o el ISIS, sino por estadounidenses de extrema derecha. Declaró lo siguiente:
“El grupo especial [contra el terrorismo doméstico] iba a tener una de sus reuniones habituales el 11 de septiembre [de 2001]. Pero no solo fue cancelada; el grupo especial no se volvió a reunir en 13 años dado que grupos como Al Qaeda llegaron a dominar la atención del Gobierno. Durante este periodo, el número de grupos de odio y conspirativos antigobierno se ha disparado, y el nivel de violencia desde la derecha radical se ha multiplicado por cuatro”.
Dice la organización que entre 2008 y 2012 el número de milicias antigobierno pasó de 42 a 334 como reacción a la victoria del primer presidente afroamericano, Barack Obama. En 2014 la actividad paramilitar creció un 37% y este radicalismo, dice el SPLC, ha encontrado horario de máxima audiencia gracias a Donald Trump.
“Donald Trump está, sin lugar a dudas, aventando las llamas de la extrema derecha en este país”, dice a El Confidencial Mark Potok, editor jefe de la revista Intelligence Report, del SPLC. “Les ha dado aire que respirar, les ha abierto un espacio político, lo que permite a la gente expresar opiniones que estaban fuera de los límites hace sólo unos años. Mira lo que están diciendo los propios grupos: ‘que Dios bendiga a Trump; él ha llevado nuestras preocupaciones a primera línea’, lo cual es verdad”.
“Creo que es chocante que el gobernador de Kentucky no solo mencionara esa posibilidad, sino que casi pareció apoyarla”, continúa Potok. “Lo que ahora no necesita Estados Unidos es que políticos supuestamente responsables mencionen la posibilidad de una guerra civil. ¿Acaso creo que habrá una guerra civil si Hillary Clinton gana las elecciones? No, claro que no. ¿Puede haber violencia? Sí, creo que es posible, e incluso probable, que veamos una reacción violenta en la extrema derecha”.

Joel Garreau no es el primero en sopesar un conflicto en Estados Unidos. El coronel retirado Kevin Benson y la profesora de historia Jennifer Weber, de la Universidad de Kansas, escribieron un artículo donde imaginaban una guerra civil en 2016. Lo publicaron en 2012 como un ejercicio para invitar a las Fuerzas Armadas a pensar en cómo responderían a una insurrección en territorio estadounidense.
El trabajo predice un panorama económico estancado en el que los salarios no suben y una “minoría vocal y de alto perfil ha dirigido el miedo y la frustración del público hacia los no blancos e inmigrantes”. En mayo de 2016, una milicia inspirada por el ‘Tea Party’ ocupa el ayuntamiento de Darlington, en Carolina del Sur, y se gana el apoyo de la policía local. Otras milicias hacen lo propio en otras regiones y el presidente se ve obligado a invocar la Ley Insurreccional, de 1807, para declarar la guerra a los rebeldes.
A partir de aquí, el Pentágono tiene que derrotar a sus conciudadanos con técnicas empleadas para vencer a los talibanes en Afganistán, pero sin saltarse la ley. Tiene que alojar y alimentar a los prisioneros y solo puede espiar al enemigo con una orden judicial. El artículo detalla qué armamento usar, qué software de mapeo, a qué leyes acogerse o cómo conseguir información de personas cercanas a los rebeldes.
Una pesadilla limitada al universo paralelo de los académicos, la prensa amarilla, los grupos de extrema derecha, Donald Trump y el gobernador de Kentucky.