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Un vagón de metro contra los ‘metemanos’

21 Agosto 2016

Es verdad que aquí los bañadores parecen de una talla más pequeña, que los tangas son tan anchos como un hilo dental, que acabas viendo sensuales hasta los semáforos y que la palabra sexo se alarga y se alarga más allá de sus cuatro letras. Pero hay una cosa en la que Río de Janeiro te recuerda a Teherán: los vagones de metro exclusivos para mujeres.La medida no obedece a motivaciones religiosas sino a consideraciones bien prosaicas: es una forma de proteger a la mujer contra los abusos sexuales cotidianos de los hombres. Hay agresiones perpetradas de cara y otras, por la espalda. Cuando está abarrotado el vagón y cuando no hay nadie. De día y de noche. Unas que consisten en grabar con el móvil por debajo de la falda y otras que terminan con un acoso a la autoridad si es que ésta tiene dos tetas. En Sao Paulo un tipo eyaculó en las piernas de una mujer, a la que terminó provocándole una luxación. Era la revisora del metro. El hombre trató de explicarse en comisaría: “No me pude aguantar”.En Río de Janeiro los vagones segregados en trenes y metros existen desde 2006 y son una de esas cosas que ayudan a comprender la ciudad lo mismo que el Corcovado, las playas, las caipiriñas o las favelas. El turista se adentra en un metro engalanado de motivos olímpicos (bien), se agarra a una barra horizontal decorada con dos pesas de 50 kilos (bien), recorre un intercambiador cuyo suelo está pintado como unas calles olímpicas de natación (hasta aquí todo bien) y luego, al llegar al andén, sobre un fondo rosa con una silueta femenina, el vagón que te deja descolocado: “Carro exclusivo para mulheres. Women exclusive car”.Hemos quedado con dos mujeres que han sufrido abusos en el metro (y fuera de él). Pero antes de escuchar sus historias hay que explicar los niveles de violencia contra la mujer en el país de los Juegos. En Brasil hay 47.000 violaciones al año, esto es: una cada 11 minutos, seis cada hora. Sólo el 35% de las mujeres denuncia las agresiones. En 2013, se registraron 26.613 denuncias de abuso sexual contra menores de 18 años.”Claro que uso el vagón del metro. Por seguridad. Mi hija tiene 15 años y es algo que me preocupa mucho. El otro día fue seguida hasta casa por un hombre mayor. Nos dicen cosas incluso yendo las dos juntas”, nos comenta Renata Rodrigues. “He sufrido abusos media docena de veces. Recuerdo la primera vez. Yo tenía 12 años y el chico debería de tener como 17. Vino hacia mí y me toco los pechos. Tardé 20 años en contar esto”. “Cuando a mí me ponen la mano encima, siempre les clavo las uñas en el brazo”, gesticula la politóloga Débora Thomé mordiéndose el labio inferior y crispando las manos. “No hay ni una sola mujer en todo Río de Janeiro que no haya sufrido abusos. Agreden más a las mujeres negras que a las blancas, pero curiosamente las negras apenas denuncian”.Débora y Renata forman parte del bloco de carnaval de Río de Janeiro llamado Mulheres rodadas. Algo así como mujeres experimentadas, la única comparsa feminista del evento, nacida como respuesta a un grupo de Facebook misógino que hacía bromas con las violaciones.”Pensábamos que íbamos a ser cinco con unas cacerolas. Pero en una semana miles de mujeres y de hombres confirmaron que saldrían a desfilar con el bloco y contra el machismo”, recuerda Renata. Y entra en lo más importante de todo: “Las mujeres siempre son el centro del carnaval. ¿Pero cómo es ese centro? Como un objeto, medio desnuda, moviendo el culo… Nosotros queremos que la mujer siga siendo el centro del carnaval. Pero marcando el discurso. Hablando de las cosas que cuentan. Esa es la idea”.La peculiaridad del bloco es tal que en los últimos carnavales concitó la atención de The New York Times, The Guardian y The Washington Post. Pero nosotros regresamos al metro. El vagón se respeta de aquella manera porque entramos y hay varios hombres dentro que vuelven tranquilamente a su casa. Pero es cierto que aquí ellas son muchas más y los hombres somos menos. -Supongo que cuando está hasta arriba de gente es peor.-Bueno -nos contestan-. Cuando hay mucha gente en el metro es malo para las mujeres. Cuando hay muy poca gente también.El hashtag que rompió el silencio fue #miprimerasedio, que concitó los testimonios de denuncia de 50.000 brasileñas que contaron cómo fueron abusadas por primera vez. “Muchas feministas están en contra de este espacio exclusivo en el metro porque no deja de ser una segregación”. Débora recuerda lo que ocurrió aquella otra vez y vuelve a crispar las manos: “Yo es que me defiendo en cuanto me tocan”. Aunque Renata dice que no siempre es conveniente…Pasó en el último carnaval en Salvador de Bahía. Una joven de 27 años llamada Ludmylla de Souza terminó con los dos ojos morados y una ceja partida después de que le rompieran un vaso de cristal en la cara. La culpa fue de Ludmylla, que se negó a darle un beso a un hombre.