General

“No quiero que me llamen valiente por ir sola, por hacer algo por lo que un hombre no lo es”

25 Agosto 2016


Tras el dossier ‘A mi bola’, numerosas mujeres se han puesto en contacto con ‘La Marea’ para publicar sus experiencias y sensaciones viajando solas. Laura nos cuenta su ‘desvirgue’ en Noruega al cumplir los 30 años.

Tengo 31 años y hasta no cumplidos los 30 no tiré a viajar sola y ya se ha convertido en un ritual. Llevaba con la idea muchos años pero siempre encontraba una excusa para retrasar un poco más la experiencia. Te da miedo, porque sabes que tu condición de mujer te hace vulnerable, que el mundo entero según como lo mires siempre va a ser un territorio hostil para nosotras y que por muy “echada para adelante” que seas es difícil dar ese primer paso.

Siempre me han dicho que a los 30 hay que hacer algo especial, porque el ahora o nunca se hace cada vez más real. Pero mírame a mí, ¡si yo sigo siendo joven! ¡Si tengo toda la vida por delante! Pero es verdad que igual necesitaba una excusa para saltar a ese vacío desconocido, y los 30 me parecían una idea estupenda. Que la crisis de la que hablan todos, se convirtiera en una idea de (r)evolución interior y no como un decrecimiento físico y existencial.

Noruega me sirvió de desvirgue, porque es uno de los países más seguros del mundo, pero también de los más caros. En realidad, lo de que sea un sitio seguro depende de la suerte que te toque, pero claro, mejor tener las menos opciones posibles a que algo pase. Siendo novata, prefería gastarme más dinero e ir un poco más tranquila. Aunque lo que sucedió es que tuve que dormir en estaciones de tren, aeropuertos o acampando en medio de la nada porque dormir en cama, incluso en habitaciones compartidas, se me iba de presupuesto. Así que hoy por hoy no hago más que una simple búsqueda del índice de criminalidad del país sabiendo que ponga lo que ponga no va a cambiar mucho mi idea de destino. Y la verdad es que no pienso en todo lo que me puede pasar, porque pasarte te puede pasar en la puerta de tu casa.

La gente te dice que estás loca, que eres valiente o una inconsciente. Que un día te va a pasar algo, que si no te aburres, que si no necesitas apoyo o que si te vas sola es porque estás soltera y no te queda más remedio.

No me siento valiente ni loca, ni falta de apoyo o de pareja. Para mí, mi valentía radica en irme fuera de España con el inglés justo para no morirme de hambre y saber dónde tengo que coger el autobús, que sin casi dinero puedo sobrevivir dos semanas, que tengo que compartir habitaciones en hostales teniendo escasas dotes sociales, que sin apenas condición física puedo hacer en bici la Rallarvegen (ruta que atraviesa el parque nacional noruego Hardangervidda) o subir al Moldoveanu (el pico más alto de los Cárpatos rumanos), aunque sea en tres días en vez de en dos. Pero no quiero ser valiente por ir sola, no quiero que me llamen valiente por hacer algo por lo que un hombre no tiene que serlo.

Durante mis viajes he hecho lo que me ha dado la gana, he ido donde he querido y he vestido como me ha parecido bien, he hablado con gente y evitado hacerlo con otra, he hecho autostop, he cogido autostopistas, he caminado sola por la montaña, he dormido en refugios de menos de 20m2 con más de 15 personas, he bebido cerveza en bares sin compañía, he bailado conmigo misma, he hecho nudismo, he dormido en un hotel abandonado, he acampado bajo tormentas, he conducido por las peores carreteras del mundo, he gritado a tres hombres que querían timarme, un niño más pequeño que mi hermano me salvó de que me mordieran unos perros salvajes, una familia me acompañó durante una hora en la montaña porque me había perdido, he pedido a un hombre que me dejase sola y tuve que mentir a otro diciendo que mis padres me esperaban en el hotel, he imaginado mil millones de sucesos desagradables durmiendo en el coche pero nunca me ha pasado nada.

Me he caído mil veces de la bici y he cruzado descalza un río congelado por no usar el puente, he llevado exceso de equipaje cargado de la espalda, me han salido ampollas en los pies de andar durante días sin parar por la montaña, me han echado de un monasterio por llevar los hombros descubiertos y he gritado en el monte Omu, donde el eco se multiplica por mil, he bebido agua directamente del río, he respirado, reído, llorado de desesperación, gritado de emoción, saltado, corrido y he hecho la croqueta entre pastos.

Me hace gracia cuando me dicen que estoy loca por viajar sola, porque loca estaría si hubiese permitido que el miedo me paralizase los sueños.

Laura Manzaneque, 31 años, es licenciada en Comunicación Audiovisual.