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Dos millones de muertos vivientes

20 Agosto 2016

Asad y fuerzas rebeldes asfixian Alepo con un cerco que ha convertido la ciudad en una ratonera para los civiles y a la que la ayuda humanitaria no puede entrarEscudos humanos, la opción del Estado Islámico para escapar de Manbij”Occidente combate al IS por los recursos”

En Alepo, la mayor ciudad de Siria antes de que estallara la guerra hace cinco años, el descenso hacia los infiernos carece de estación final. En sus destrozados confines siempre existe la posibilidad de seguir hundiéndose en el abismo. “La situación es dramática”, señala a EL MUNDO un activista sirio que resiste en una urbe que se muere de hambre bajo el cielo de plomo que arroja la aviación siria y rusa. “Nuestra labor es muy intensa. Nos ocupamos desde los servicios básicos como proporcionar alimento, ayuda médica, mantas o tiendas hasta conducir ambulancias o mantener escuelas. Y no resulta sencillo. Cada vez con más frecuencia tenemos que cambiar a menudo de localizaciones y nuestros vehículos son el blanco de los bombardeos”, relata el voluntario desde el anonimato. En las últimas semanas la escalada de los combates ha apretado la asfixia que padecen los dos millones de almas que aún habitan la urbe, dividida entre los distritos rebeldes al este y los controlados por el régimen de Bashar Asad en el oeste.Cantar victoria en una plaza tan preciada como Alepo ha sido siempre el objetivo de uno y otro bando desde que las fuerzas rebeldes irrumpieran en su callejero en 2012, pero este verano las escaramuzas están siendo especialmente encarnizadas. A principios de julio las tropas gubernamentales cortaron la principal carretera del este de Alepo e impusieron un bloqueo que empeoró las ya precarias condiciones de la población civil. Este mes, en cambio, sus rivales -entre ellos, combatientes vinculados hasta hace unas semanas a Al Qaeda- se han tomado la revancha. A primeros de agosto saltaron un recinto del ejército sirio en el suroeste del enclave quebrando parcialmente el cerco y trasladando la presión a los barrios que controla Damasco. En mitad del fuego cruzado, los derrotados han vuelto a ser los civiles que sobreviven a la escasez de agua potable y alimentos entre las ruinas de la que fuera la capital comercial del país árabe. “Desde ambos lados estos asedios tienen que cesar. Resulta inhumano, horrible, repugnante y horripilante. No son necesariamente palabras de la ONU pero es así”, declaró el viernes la portavoz del Programa Mundial de Alimentos, Bettina Lüscher, desde Ginebra. La agencia de la ONU se sumó a los desesperados intentos del enviado especial de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, de sellar una tregua semanal de 48 horas que permita el acceso de ayuda humanitaria a todos los rincones de Alepo.Con la imagen aún fresca de Omran Daqnish, el niño que salió ileso el miércoles de un bombardeo ruso y cuya instantánea lo ha elevado a icono de la tragedia siria, UNICEF alertó el viernes de que al menos 100.000 menores de edad que residen en los distritos orientales de Alepo corren el riesgo de sufrir enfermedades transmitidas a través del agua. “A medida que la lucha se intensifica, el riesgo se incrementa a diario. Los duros combates y la escalada de la violencia desde el 4 de agosto está impidiendo a los técnicos reparar los sistemas de electricidad y agua que han resultado seriamente dañados por el conflicto”, señaló el portavoz de Unicef, Christophe Boulierac. “Ningún niño -agregó- está seguro en Siria mientras dure la contienda”. 8,4 millones de menores sirios necesitan ayuda humanitaria en Siria y los países vecinos tras cinco años que han dejado más de 400.000 muertos y han forzado a millones de almas a abandonar su tierra.

Un coche circula entre lo que queda de la que fuera la ciudad más grande de Siria, Alepo. REUTERS
El escenario de un alto el fuego, sin embargo, aún está lejos de materializarse. El jueves, Moscú, el principal aliado de Asad, respaldó tal posibilidad. “El ministerio de Defensa ruso está dispuesto a apoyar la propuesta de Staffan de Mistura sobre una ‘pausa humanitaria’ de 48 horas'”‘, indicó escuetamente el portavoz de Defensa a la prensa local. Rusia, que ha comenzado esta semana a bombardear Siria desde bases iraníes, dijo estar dispuesta a declarar el primer cese temporal de hostilidades la semana próxima si recibe garantías de seguridad de Washington. Hasta el momento, el régimen sirio no ha hecho pública su posición. Un silencio que imprimió el viernes desconfianza en la Comisión Suprema para las Negociaciones, la principal alianza opositora. “La Comisión da la bienvenida a cualquier iniciativa que suponga suspender el derramamiento de sangre de los sirios y contribuir a la llegada de ayuda a las áreas asediadas”, esbozó en un comunicado en el que se detallaron como condiciones la aplicación de la tregua a través de un mecanismo amparado por la ONU y el cumplimiento de la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU 2254, de 2015. El documento citado exige a ambas partes en liza permitir la entrada a todas las agencias humanitarias y el fin de los ataques indiscriminados contra civiles, incluidos bombardeos y lanzamientos de proyectiles.Y, mientras Alepo sigue deslizándose hacia las tinieblas, el polvorín sirio continua encendiendo otros frentes como el de Al Hasaka, una ciudad en el noreste de Siria controlada por las fuerzas kurdas, aliadas de EEUU. El jueves, por primera vez desde 2011, la aviación del régimen atacó la villa. El viernes decenas de vecinos aprovecharon una pausa en los combates que libran kurdos y tropas gubernamentales para huir de la zona. En una vuelta de tuerca al laberinto que involucra a un sinfín de actores, la coalición que encabeza Washington anunció el viernes el envío de aviones a las inmediaciones de Al Hasaka para proteger a las fuerzas especiales estadounidenses desplegadas en el área después de que dos cazas sirios efectuaran ataques cercanos. Como ocurre a diario, las bombas de barril volvieron a caer sobre la ciudad asediada de Daraya, un enclave rebelde a tan solo 12 kilómetros al suroeste de Damasco. La embestida se cebó con el último hospital que permanecía abierto y que había ido cambiando de ubicación para esquivar la artillería. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, la clínica dejó de funcionar tras resultar alcanzada por cuatro proyectiles. Las también sitiadas Madaya y Fua, donde no llega ayuda desde hace 110 días, fueron escenario el viernes de un tímido milagro: la Media Luna Roja Siria evacuó a 39 personas que necesitaban tratamiento médico urgente.