General

Elogio a la indisciplina



por Sergio Segura, ProMosaik America Latina, 23 Junio 2016.
A veces hay titulares de prensa en Colombia
que por su gracia parecen de Actualidad Panamericana; que se hundió la ley del
ausentismo en el Congreso por falta de quórum, que Uribe quiere la paz ‘pero
sin impunidad’, que Santos quiere ganarse el premio nobel de la paz, que Uribe
llama a la ‘resistencia civil’, que generales de la Policía son destituidos por
paramilitarismo y otros por pedirle favores sexuales a sus subalternos. Aunque
suene escabroso, así es el día a día de nuestra institucionalidad. Hablemos de
otro chiste de mal gusto, el nuevo Código de Policía, fue aprobado con 91 votos
a favor y 3 en contra.
El último acto de estas maniobras del
Estado para mantener su orden social es el concerniente a la reciente
aprobación del nuevo Código de Policía, proceso que se dio de la manera más
chambona posible, como de costumbre suele ocurrir en las discusiones de
trascendencia nacional que se dan en el Congreso de la República.
Con el nuevo Código de Policía, que no se
reformaba hace 45 años, ocurre lo siguiente: se estigmatiza aún más a los
pobres y la homosexualidad pasa a ser, infundadamente, un problema para la
sociedad, es decir, se recrudece la vulneración de los derechos humanos para
diferentes poblaciones. Alirio Uribe, representante a la Cámara, afirmó con
vehemencia que el articulado pareciera preparado para una dictadura y no para
el ‘posconflicto’. Su aseveración no es para menos.
Este documento, que pareciera escrito por
un procurador inquisidor, prohíbe que los pobres vendan dulces en el transporte
público. ¿Cómo se puede prohibir trabajar en la informalidad cuando el pleno
empleo cada día parece más inalcanzable para las mayorías? Aunque estas
personas puedan incomodar en ocasiones, se debe aceptar que vender dulces es un
trabajo honrado y, en consecuencia, una alternativa para no caer en la
criminalidad por subsistir. La Corte Constitucional se pronunció: si no quieren
vendedores ambulantes, hay que darles trabajo. Este Código regresivo pone en
igualdad de condiciones a ladrones y trabajadores informales, pues en últimas
ambas partes tendrán que esconderse de la Policía para no caer en prisión.
En ese sentido, ninguna “prevención y
convivencia” puede salir de este Código cavernícola, que legaliza todo lo que a
la final ya se hacía ilegalmente.
El problema no radica en la reforma del
Código, sin duda existe la necesidad de reformarlo si la seguridad del país
anda de la mano con los debates actuales frente a los conflictos sociales,
políticos y armados, pero esta renovación de la normatividad policial está
preparada para profundizar la criminalidad y la criminalización, otorga súper
poderes a la institución más corrupta que tiene el país, la Policía Nacional,
tan corrupta como la mexicana, tan mafiosa como en las películas y tan violenta
y macabra como cualquier ciudadano común puede observar dentro de su chocada
cotidianidad.
Podemos hacer mención de algunos ejemplos
recientes, como las capturas de cuatro policías por secuestro, homicidio y
tortura, o frente al famoso
cartel ‘Los Sayayines’, compuesto por
entre 100 y 150 exparamilitares, militares y policías retirados. También consta
una amplia documentación de la culpabilidad de policías en asesinatos a la
comunidad LGBTI, en especial a travestis que trabajan en la calle. Es una
desafortunada lista sin fin, que nos denota el absurdo de este Código que
pareciera escrito por policías y no por expertos en políticas públicas.
Volviendo a los chistes: Si las protestas
sociales solo se van a permitir para fines legítimos demostrados, ¿cómo
pretende el Estado acabar con la lucha armada, si este Código elimina los
centímetros que quedaban para expresar las inconformidades democráticamente? Por
si fuera poco, y de nuevo en contradicción con la Corte Constitucional,  habrá afectación a la intimidad y al uso del espacio
público, articulando las cámaras públicas y privadas a una sola red comandada
por la Policía, tal como sucede en un capítulo de Los Simpsons donde el
encargado de esa labor es el personaje más moralista y conservador del programa.
Siendo así, habrá que buscar puntos ciegos para expresarse con libertad antes
que llegue el señor Flanders.
Sumémosle que ahora podrán entrar sin orden
judicial a una casa, pueden hacer multas por subir fotos “obscenas” a Facebook
(claramente bajo criterio estrictamente policial) y molestar la vida y la
tranquilidad de las personas hasta por usar audífonos montado en una bicicleta.
De repeso, queda prohibido beber licor durante el desplazamiento a un
concierto, como quien dice, los indisciplinados sociales “se comportan o se
comportan”. O sea que ahora sí los punkeros nos jodimos.
Las arbitrariedades que suceden a diario no
aplican para las clases pudientes, pues son además quienes no tienen que
prestar el servicio militar por obligación, no tienen que trabajar a temprana
edad, es una clase que disfruta de los derechos sociales y goza tanto de
seguridad pública como de vigilancia privada. Sin estas acotaciones quedarían
vacíos los análisis de clase que conservan vigencia en nuestros días para los
problemas sociopolíticos.
Sin embargo quedan alternativas. Más allá
de demandar la inconstitucionalidad del Código, que irrebatiblemente debe
hacerse, se puede responder con la misma moneda. En la vida hay que ser
disciplinados para conseguir objetivos determinados, pero lo que es impuesto,
obligado, lleno de antivalores como la supresión de libertades, lo que es
disciplinado con leyes y reprimido con fuerza, debe encontrarse con personas
capaces de resistir, tanto individual como colectivamente. Para eso es que
sirve la dignidad, para no doblegarse, para argumentar, para defenderse de lo
perverso y lo injusto. Por eso hoy hay que hacer un llamado a la indisciplina.