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La sequià que seca el alma

di Mattia Sheridan, 31 Mayo 2016

Hay
otra manera de mirar al conflicto en Siria,
 vuelto
con fuerza en las páginas de todos los periódicos del mundo después
del ataque Daesh que mató más de cien personas. 

Algunos científicos
de la Universidad de Santa Bárbara en California sustienen de hecho
que el choque fue agravado por los tres años de sequía peores que
nunca se han grabado en la región, desde 2006 a 2009. 

El fenómeno
sigue una disminución de las lluvias medias constante grabado desde
1931, y por el consiguiente secado del suelo. La sequía por tanto ha
afectado el agricultura frecuentemente atrasada y fuertemente
dependiente por la lluvia de diferentes regiones de la Media Luna
Fértil, en particular Siria, aumentando los flujos migratorios de
los campos a las ciudades, que en aquellos años incluyeron hasta un
millón y medio de personas. Y todo aumentando las tensiones ya
existentes, sobretodo por una respuesta no adecuada a la consiguiente
hambruna por parte del gubierno sirio.




En 2015 y 2016 la sequía y la
hambruna han amenazado y aún amenazan fuertemente África
Subsahariana.
 

El
análisis es de Lorenzo Colantoni para Radio Bullets: “Dos son los
casos más preocupantes – afirma – El primero se refiere a África
meridional y a la oriental: el 22 de diciembre Lesotho declaraba el
estado de emergencia por la sequía, el 5 de febrero Zimbabue, el 18
Suazilandia, el 15 de marzo toda la Southern Africa Development
Community (de Congo hasta Sur África), el 12 de abril Malawi. 

También Sur África, considerado a menudo el granero africano y con
el agricultura más avanzada de la región, ha sufrido fuertemente
las consecuencias de la sequía, y así Mozambico. Todo ha dependido
por una de las manifestaciones más fuertes de siempre de El Niño,
un fenómeno climático de por sí recurrente”.




Sin embargo es justo el cambio
climático que ha aumentado la intensidad
 y
la recurrencia de los eventos climáticos, y así la peligrosidad. 

Lo
que preocupa es que el aparición del cambio climático podría
repetirse en este medio cada año y quizás desde antes de lo que se
espera, pondrá en crisis los sistemas agrículos más débiles
(Malawi) y más fuertes (Sur África): hasta febrero el 40% de las
regiones de Zimbabue estaban en un nivel crítico desde el punto de
vista de las reservas de comida, hasta mayo o incluso septiembre
podría estar así más de los dos tercios del país.




El último caso es lo de
Etiopia, pero aquí la situación es más complicada.
 

Una
combinación de elementos, entre los cuales siempre El Niño, podría
causar la peor sequía de los últimos 50 años en las regiones de
Tigray y Afar, aún más grave que la detrás de la hambruna de
1983–1985, que causó más de 400.000 muertos. 14 millones están
ahora en el riesgo, pero en una de las economías africanas con el
mayor crecimiento (10,3% de crecimiento del PIB en 2014) es dificil
comprender el porqué. Muchos piensan que esta es la demonstración
de lo que sostenía el premio Nobel Amartya Sen en su “El
desarrollo es libertad: las hambrunas ocurren en los regímenes
autoritarios y no en las democracias”, porque estos tienen que
enfrentarse menos con el pueblo que mandan.




Qué tiene que ver por tanto
el cambio climático?
 Tiene
que ver frente a la manera de que lleva las debilidades de estos
sistemas un poco lejos. 

Si en el siglo XX se han grabado al menos
cuatro hambrunas en Etiopia, el clima del XXI podría doblar o
triplicar estos números. En Países con fuerte crecimiento, sino con
fuertes disegualdades, como Etiopia o Mozambique, el impacto podría
ser devastador. Una bofetada a quien relega como catastrofista cada
alarma sobre las condiciones de los Países de Tercer Mundo.
Ciertamente el Occidente no tiene los instrumentos para modificar el
clima (aunque pudieramos discutir mucho sobre el llamado efecto
invernadero) ni todo está liado a sus políticas, pero hubiera
podido ayudar creando las condiciones para una diferente gestión de
los recursos y el consiguiente crecimiento social, al menos en
África. 

Así no fue, y ahora la situación es muy complicada.



Si no mata la guerra, de
hecho, lo hace la exasperación,
 también
en la otra parte del mundo: Marathwada, provincia del estado indio
centro-occidental de Maharashtra, desde el inicio del año ha contado
casi 400 suicidios de agricultores. Después de cuatro años de
sequía, las cosechas están mínimos y los campesinos desesperados,
sin recursos y ahogados por las deudas. Muchos se matan (como dice el
periódico indio “The Indian Express”). 

En los primeros 4 meses
de 2015, 278 campesinos se habían quitado la vida. 

En el mismo
período de este año, el número ha subido a 370. 

El 7 de mayo se ha
llegado ya a 392. 

El oro azul, dentro de pocas decenas de años,
podría ser el bien más precioso para que combatir; en cualquier
parte de la Tierra.




Interris